((**Es13.103**)
nuestra cabeza en señal de imborrable gratitud en
la tierra, al tiempo que Dios piadoso os tendrá
asegurada la merced de los justos en el cielo.
Centuplum accipietis et vitam aeternam
possidebitis. (Recibiréis el céntuplo y poseeréis
la vida eterna).
Cuando don Bosco terminó de hablar, hubo
algunos oyentes que espontáneamente se pusieron de
acuerdo para hacer una colecta, que resultó más
cuantiosa de lo esperado. Lo reducido del local
casi no había permitido la entrada más que a los
bienhechores de costumbre, de suerte que no
pareció oportuno recomendar la limosna. A pesar de
todo se recogieron mil quinientos francos.
El señor Obispo impartió solemnemente la
bendición con el Santísimo Sacramento; después
todos los invitados salieron al patio. Unos
jovencitos recitaron un diálogo en honor de
monseñor Sola, los músicos tocaron unas piezas y
se cantó un himno. Después pasaron los presentes a
visitar salones, aulas y talleres. En una sala
estaban expuestos varios objetos para una rifa en
favor de los alumnos del Patronato. En cuanto se
corrió la voz de que el resultado de la rifa
estaba destinado para pagar el pan de los alumnos
internos, se despacharon las papeletas en un
santiamén.
Don Bosco había hablado en su conferencia del
muchacho violinista, admitido aquella misma
mañana; entonces todos los reunidos quisieron
verle. Así, pues, cuando se reunieron en el
jardín, apareció el jovencito con su instrumento
y, en presencia de aquellos señores, dio prueba de
su habilidad. Uno de los espectadores, admirado de
su desenvoltura y conmovido a la vista de los
pobres vestidos que llevaba, dio orden para que la
Conferencia femenina, que se reunía en la iglesia
de la Virgen de Niza, le proporcionase
inmediatamente un traje completo. Al día siguiente
se presentó el pobre jovencito, con su violín,
para recibir el traje, y alegró con algunas piezas
a las caritativas señoras que allí trabajaban para
los pobres. Estuvo en el hospicio más de un año y
se aplicó con buena voluntad al estudio y a las
prácticas religlosas.
((**It13.112**)) Al día
siguiente se presentó al Beato otro joven de
dieciséis años, que nunca se había confesado ni
había comulgado jamás; era huérfano también y por
añadidura forastero; no tenía nada, mas por
desgracia estaba ya avanzado en el camino del mal.
No hubo necesidad de más razones para que lo
admitiese inmediatamente en el hospicio.
Muy singular fue también el caso del día 14.
Ciertos padres, víctimas de la necesidad,
habían forzado a su hijo
(**Es13.103**))
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