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divino Salvador mendigando por nuestras plazas,
llamando a la puerta de nuestras casas; >>habría
un cristiano que no le ofreciera generosamente
hasta la última moneda de su bolsa? El Salvador
está representado en la persona de los pobres, de
los más abandonados. Todo lo que hiciereis, dice
El, a los más despreciables, a mí me lo hacéis.
Por consiguiente, ya no son unos pobres niños los
que demandan caridad, sino que es Jesús en la
persona de sus pobrecitos.
>>Y qué diremos, además, de la merced
excepcional, que Dios tiene reservada en el más
importante y difícil momento, en que se decidirá
nuestra suerte con una vida feliz o desdichada
para siempre? Cuando nosotros, señores míos, nos
presentemos ante el tribunal del Juez Supremo para
rendir ((**It13.110**)) cuenta
de las acciones de la vida, lo primero que
amablemente nos recordará no son las casas
construidas, los ahorros hechos, la gloria
adquirida o las riquezas alcanzadas. De todo eso,
ni una palabra, sino que únicamente dirá: -Venid,
itos de mi Padre celestial, venid a la posesión
del reino que se os ha preparado. Yo tenía hambre
y vosotros me disteis pan en la persona de los
pobres, tenía sed y me disteis de beber; estaba
desnudo y me vestisteis; estaba en la calle y me
disteis albergue (Mat. 25, 54-56).
Estas y otras palabras más dirá el Divino Juez
tal y como están registradas en el Evangelio;
después les dará su bendición y los conducirá a la
posesión de la vida eterna.
Pero Dios, padre de bondad, que es sabedor de
que nuestro espíritu está pronto, pero la carne es
flaca, quiere que nuestra caridad reciba el
céntuplo, aun en la vida presente. íDe cuántas
maneras, señores míos, nos da Dios en esta tierra
el céntuplo de las buenas obras! Céntuplo son las
gracias especiales de vivir bien y morir bien; la
fertilidad de los campos, la paz y concordia de
las familias, el éxito de los asuntos temporales,
la salud de parientes y amigos, la conservación y
buena educación de los hijos. Recompensa de la
caridad cristiana es el gozo que cada uno
experimenta en su corazón al hacer una obra buena.
>>No es grande el consuelo que se recibe, al
reflexionar que, con una limosnita, se contribuye
a hacer desaparecer seres dañosos a la sociedad
civil para transformarlos en hombres útiles a sí
mismos, a sus semejantes, a la religión? >>Seres
que están a punto de llegar a ser azote de las
autoridades, conculcadores de las leyes públicas,
malgastadores en las cárceles de los sudores
ajenos, y que, por el contrario, se ponen en
condiciones de honrar a la humanidad, de trabajar
y de ganarse honradamente el sustento con su
trabajo y esto con decoro de los países donde
viven y honra de las familias a que pertenecen?
Además de todas estas recompensas, que Dios
concede en la vida presente y en la futura, hay
todavía otra que deben los beneficiados ofrecer a
sus bienhechores. Sí, señores, no queremos
defraudaros privándoos de la merced que está en
nuestro poder daros. Escuchad.
Todos los sacerdotes y clérigos, todos los
muchachos recogidos y educados en las casas de la
Congregación Salesiana, y especialmente los del
Patronato de San Pedro, elevarán manaña y tarde al
cielo oraciones especiales por sus bienhechores.
Mañana y tarde invocarán vuestros beneficiados,
con oraciones expresas, la bendición de Dios sobre
vosotros, sobre vuestras familias, sobre vuestros
parientes, sobre vuestros amigos. Suplicarán a
Dios que mantenga la paz y la concordia en
vuestras familias, que os conceda salud permanente
y vida feliz, que tenga alejadas de vosotros las
desgracias espirituales y temporales, y que añada
a todo esto la perseverancia en el bien y que
vuestros días sean coronados con una santa muerte
lo más tarde que a Dios plazca. Y si después, en
el curso de la vida mortal, tuviéramos, señores,
la suerte de encontraros por las calles de la
ciudad o en cualquier otro lugar, íah, sí!,
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entonces recordaremos con júbilo los beneficios
recibidos y con gran respeto descubriremos
(**Es13.102**))
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