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Pequeños ardides, pero forman parte del
mecanismo que trabaja poderosamente en nuestras
casas, y puede afirmarse que son las fuentes que
alimentan nuestra Congregación. Muchos jóvenes se
resuelven después de estos rasgos de especial
confianza que se les da.
En este momento asomó a los labios de los
reunidos una sonrisa general, y repetía cada uno:
-Es verdad; así me cazó a mí... puede decirse
que de este modo nos engatusó afortunadamente a
todos nosotros... íOjalá pudiéramos atrapar
nosotros en nuestra red a muchos otros!
Don Bosco, después de una breve pausa,
prosiguió diciendo:
4.° Contribuye también mucho el hacer bien las
ceremonias litúrgicas, que demuestran el sosiego y
santidad con que se debe proceder en el estado
eclesiástico, al que tal vez se sienten llamados.
5.° Contribuye inmensamente la promoción del
clero infantil. Opino que es un semillero de
vocaciones eclesiásticas. El que se reviste de
monaguillo, o ve así vestido a su compañero, y le
gusta verle hacer bien las ceremonias, hacerlas
pausadamente y tener un puesto distinguido en el
altar, no puede por menos de sentirse algo
inclinado a este estado. Este espectáculo servirá,
por lo menos, para romper el hielo del que no
puede ver a los curas.
Hay también algunos entre nuestros alumnos que,
como oyen continuamente en sus casas hablar mal de
los curas, los desprecian como gente avarienta; y,
por desgracia, pueden haber tenido ejemplos ante
sus ojos. Puede que haya en algunos verdadera
ojeriza contra los sacerdotes, por no haberlos
tratado nunca de cerca.
Pero cuando ven aquí a los sacerdotes
preocupados por hacerles todo el bien posible y
ven después a sus mejores compañeros que tienen el
privilegio de vestir de monagos, se forman un alto
concepto de este estado. No hace mucho tiempo
sucedió el hecho siguiente. Un buen muchacho,
verdaderamente bueno, había manifestado deseo de
hacerse sacerdote en los primeros meses de su
estancia en el Oratorio. Poco tiempo después le
pregunté sobre su vocación, y me dijo claramente:
-Ya no quiero hacerme sacerdote.
((**It12.90**)) ->>Cómo
es eso?, le pregunté; tú tenías vocación.
-Pues no; ya no quiero ser sacerdote, replicó
resueltamente.
Me quedé aturdido; sobre todo porque el
muchacho seguía siendo un verdadero modelo de
buena conducta. Entonces yo le pedí que me dijera,
por favor, qué motivo le había hecho cambiar de
parecer. Después de mucho vacilar, me dijo:
-Pues mire, fulano me ha hecho ver que todos
los curas son malos. No es más que hipocresía lo
que aparentan. Tiene él un pariente canónigo y le
ha oído contar la vida que se llevan muchos
párrocos... que admiten en su casa personas... que
viven mal... Antes que ser un cura granuja, no
quiero serlo nunca, jamás. Yo quiero salvar mi
alma.
Le animé a no renunciar tan fácilmente a su
vocación, le demostré la absoluta falsedad de lo
que le habían dicho y, sin insistir más, le añadí:
-Haz lo posible por olvidar lo que ese perverso
te contó, no pienses más en ello. Por tu parte,
haz así: arrodíllate un instante ante un crucifijo
o ante el sagrario y di para ti mismo: -Si yo me
encontrara a punto de morir, >>qué desearía haber
hecho?(**Es12.84**))
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