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((**Es12.76**) trabajo, no; estad seguros de ello, la Providencia no nos faltará. No tengáis ningún miedo. Hemos puesto nuestra suerte en manos de Dios y siempre nos condujo hasta la meta suspirada. Sin embargo, aun cuando nos apoyamos ciegamente en la divina Providencia, recomiendo con todo encarecimiento la economía. Ahorremos cuanto se pueda, ahorremos de todas las maneras posibles, en los viajes, en los coches, en el papel, en los comestibles, en los vestidos. No se malgaste ni un sólo céntimo, ni un sello de correo, ni una hoja de papel. Os lo ruego encarecidamente a cada uno de vosotros, y en especial a los asistentes, a los profesores y a todos los demás, que se esmeren por hacer y lograr que sus subordinados hagan toda suerte de ahorros e impidan cualquier gasto que adviertan. Al mismo tiempo, búsquense todas las maneras para promover la caridad de los otros hacia nosotros, con piadosas industrias y exhortaciones. Dice el Señor: Ayúdate, que yo te ayudaré. Hemos de hacer todos los esfuerzos posibles; no hay que aguardar la ayuda de la Providencia de Dios estando nosotros mano sobre mano. Ella se moverá cuando vea nuestros generosos esfuerzos por su amor. Pero tenemos que hacer buen uso de la caridad que nos hacen los otros. No hemos de preocuparnos por hacer nuestra vida más cómoda, sino seguir la máxima de san Jerónimo: Habens victum et vestitum his contentus ero (teniendo con qué comer y vestirme me daré por satisfecho). Y nada más. Si lo hacemos así, nunca nos faltará la ayuda del Señor. Mirad: si hubiésemos querido hacer el presupuesto exacto y cabal para la expedición a América y lograr la instalación de la Congregación en aquellas tierras, habríamos debido disponer, aun procediendo con gran economía, de cien mil liras, ((**It12.80**)) y hasta de trescientas mil, de haber querido pensar en todos los pormenores y eventualidades. No hemos hecho estos cálculos y nos limitamos a decir: -íLo que hacemos es para la mayor gloria de Dios! Dios nos pide que vayamos, Dios quiere que partamos. >>Y qué resultó? Se rezó, se pidió la bendición del Padre Santo, y se obtuvieron los medios; no faltó nada para los que partieron, ni para nosotros. Por esto tenemos que exclamar estupefactos: -Son hechos extraordinarios de la divina Providencia, o mejor, hechos milagrosos, los cuales demuestran que el Señor quiere servirse de nosotros para los fines de su misericordia. Y ahora, >>qué podemos hacer nosotros para corresponder a tanta bondad de la divina Providencia? íHelo aquí! Puesto que la Sociedad está constituida, y nuestras Reglas aprobadas, debemos esmerarnos en practicar las Reglas por todos los medios y cumplirlas bien. Mas, para practicarlas y cumplirlas, es necesario conocerlas y, por tanto, estudiarlas. Impóngase cada uno el deber de estudiar las Reglas. Ya no estamos en las condiciones de antes, cuando ni las Reglas, ni la misma Congregación estaba aprobada y, por consiguiente, se iba adelante con un gobierno tradicional y casi patriarcal. Pasaron aquellos tiempos. Debemos atenernos a nuestro código, estudiarlo en todos sus detalles, comprenderlo, explicarlo, practicarlo. Debemos dirigir todas nuestras actuaciones según las Reglas. Cuando los Directores lleguen a sus casas, pongan la mayor solicitud para que sus subordinados conozcan mejor nuestras Constituciones. Dése a éstas la mayor autoridad, la autoridad suprema, que realmente tienen. íSon la majestad de las leyes! Háganlas aprender y comprender, interpretándolas con caridad y buenas maneras. En toda circunstancia, en vez de acudir a otras autoridades, preséntese la de las Reglas:(**Es12.76**))
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