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Los alumnos gozaban de salud envidiable,
suficiente aplicación, vivo espíritu de piedad y
animadísimos recreos. La casa tenía los alumnos
que cabían, es decir, ciento treinta; había tenido
que rechazar muchas peticiones. Las escuelas
municipales y las nocturnas, atendidas por los
nuestros, marchaban excelentemente. En el oratorio
de San Bartolomé había reunión mañana y tarde de
muchachos no estudiantes; los estudiantes externos
iban a la capilla de la Asunción para el oratorio
festivo. Terminó con grandes elogios de su
personal, que recomendó a las oraciones de los
hermanos.
Don Francisco Cerruti habló del colegio y liceo
de Alassio. Tenían aquellas escuelas municipales
quinientos alumnos, de los que ciento sesenta eran
internos, ya que no cabían más en los locales. No
tenía que decir sino elogios de la marcha material
y moral; pero lamentó el perjuicio que causaban
las vacaciones en los muchachos. Era algo que
aterrorizaba: modelos de piedad y de moral que
habían vuelto al colegio aborreciendo todo lo que
sabía a iglesia... Vista la insuficiencia de los
medios humanos, había recurrido a la oración y
había tenido evidencia de su eficacia; en las
novenas de la Inmaculada y de Navidad había
logrado despertar el fervor y poner en marcha
todas las Compañías, de modo que, por fin,
florecía de nuevo la piedad con la frecuencia de
los sacramentos. ((**It12.65**))
Concluyó diciendo que el espíritu de los hermanos
era bueno, que los muchachos externos acudían al
oratorio festivo, que los internos eran muy
aplicados y que abrigaba la esperanza de que, como
el año anterior, también en el presente abrazarían
algunos la carrera eclesiástica. Esperaba todavía
que, gracias a las oraciones de los hermanos, se
mantendría vivo en la casa de Alassio el fuego de
la caridad y del celo por la salvación de las
almas.
Don Francisco Dalmazzo tenía la satisfacción de
poder anunciar que en su casa de Valsálice el
número de alumnos había subido de treinta a
sesenta; pero que no se podían compensar los
gastos con las entradas, debido a los sueldos que
se debían pagar a los profesores externos. La
aplicación, la piedad, la frecuencia de
sacramentos, las Compañías, el trabajo de los
Salesianos no dejaban nada que desear; en cuanto a
salud, hasta entonces no había habido ningún
enfermo.
-Sean dadas gracias al Señor, exclamó, porque
probablemente este año nos prepara alguna
vocación.
Don Pablo Albera contó que en Sampierdarena
estaba terminado el edificio y que era tan capaz
como para duplicar los ciento veinte alumnos de
entonces. Se trabajaba y se estudiaba mucho; no
había motivos para quejarse de la salud, pese a la
situación de la casa, expuesta a viento continuo.
El comportamiento de los muchachos y de
los(**Es12.64**))
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