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((**Es12.64**) Los alumnos gozaban de salud envidiable, suficiente aplicación, vivo espíritu de piedad y animadísimos recreos. La casa tenía los alumnos que cabían, es decir, ciento treinta; había tenido que rechazar muchas peticiones. Las escuelas municipales y las nocturnas, atendidas por los nuestros, marchaban excelentemente. En el oratorio de San Bartolomé había reunión mañana y tarde de muchachos no estudiantes; los estudiantes externos iban a la capilla de la Asunción para el oratorio festivo. Terminó con grandes elogios de su personal, que recomendó a las oraciones de los hermanos. Don Francisco Cerruti habló del colegio y liceo de Alassio. Tenían aquellas escuelas municipales quinientos alumnos, de los que ciento sesenta eran internos, ya que no cabían más en los locales. No tenía que decir sino elogios de la marcha material y moral; pero lamentó el perjuicio que causaban las vacaciones en los muchachos. Era algo que aterrorizaba: modelos de piedad y de moral que habían vuelto al colegio aborreciendo todo lo que sabía a iglesia... Vista la insuficiencia de los medios humanos, había recurrido a la oración y había tenido evidencia de su eficacia; en las novenas de la Inmaculada y de Navidad había logrado despertar el fervor y poner en marcha todas las Compañías, de modo que, por fin, florecía de nuevo la piedad con la frecuencia de los sacramentos. ((**It12.65**)) Concluyó diciendo que el espíritu de los hermanos era bueno, que los muchachos externos acudían al oratorio festivo, que los internos eran muy aplicados y que abrigaba la esperanza de que, como el año anterior, también en el presente abrazarían algunos la carrera eclesiástica. Esperaba todavía que, gracias a las oraciones de los hermanos, se mantendría vivo en la casa de Alassio el fuego de la caridad y del celo por la salvación de las almas. Don Francisco Dalmazzo tenía la satisfacción de poder anunciar que en su casa de Valsálice el número de alumnos había subido de treinta a sesenta; pero que no se podían compensar los gastos con las entradas, debido a los sueldos que se debían pagar a los profesores externos. La aplicación, la piedad, la frecuencia de sacramentos, las Compañías, el trabajo de los Salesianos no dejaban nada que desear; en cuanto a salud, hasta entonces no había habido ningún enfermo. -Sean dadas gracias al Señor, exclamó, porque probablemente este año nos prepara alguna vocación. Don Pablo Albera contó que en Sampierdarena estaba terminado el edificio y que era tan capaz como para duplicar los ciento veinte alumnos de entonces. Se trabajaba y se estudiaba mucho; no había motivos para quejarse de la salud, pese a la situación de la casa, expuesta a viento continuo. El comportamiento de los muchachos y de los(**Es12.64**))
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