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concepto útiles y cristianos. Le felicito de
corazón, y le ruego al mismo tiempo tenga a bien
cultivar y proporcionarme también a mí algunas de
estas buenas plantas, para ponerlas en un jardín
muy útil y necesario para toda la humanidad, del
que estoy dispuesto a informarle, y así lo
enriquezcan con óptimos frutos de santas virtudes
y especial mente de caridad.
Hace ya siete años que en este venerable
archihospital surgió bajo los augustísimos
auspicios del felizmente reinante sumo Pontífice
Pío IX una nueva Congregación de hermanos
Hospitalarios, llamados Conceptinos, esto es,
Hijos de María Santísima Inmaculada y Terciarios
de San Francisco de Asís. Estos ya han recibido el
Breve de aprobación concedido por Su Santidad. Su
hábito y capucha son completamente semejantes a
los de los Capuchinos con la única diferencia de
un alzacuello, porque no llevan barba, y del
color, que es azul turquí; llevan además en los
pies unas simples sandalias, pero cerradas por
detrás. Les está totalmente vedado aspirar al
sacerdocio, mientras que para su Padre Director
pensará siempre el Rvmo. Padre General de los
Capuchinos, a cuya protección están confiados, y
del que dependen inmediatamente sus Superiores,
especialmente en cuanto al espíritu y a la
disciplina regular. Hacen dos años de noviciado y
después los votos simples de pobreza, obediencia,
castidad y hospitalidad hasta los doce años; y
después los solemnes, si fuere del agrado del Sumo
Pontífice. Su vida es perfectamente común; y el
fin principal es servir y asistir a los pobres
enfermos en cualquier enfermedad aun contagiosa; y
prodigar a los mismos todos los servicios de
caridad, aun los más humildes, repugnantes y
onerosos. Los hermanos que, por falta de enfermos
en los hospitales o por necesidad de respirar
mejores aires, no prestasen su obra a los
enfermos, están siempre obligados al trabajo, sin
excluir el cultivo del campo, cuando lo tuvieren;
y ejercitarse en otras artes y oficios, según la
inclinación y habilidad de cada uno, para
procurarse el necesario alimento y vestido y
causar el menor gravamen posible a los hospitales
por ellos servidos. Pero, si pudiesen vivir con su
propia industria y trabajos, y además con limosnas
de piadosos bienhechores, no sólo estarían
obligados a servir sin ninguna retribución
temporal, sino que además tendrían que destinar lo
que les sobrara de su necesario sustento, para
ayudar a los mismos hospitales o a otras obras de
caridad. Para ser admitidos en dicho Instituto, lo
mismo que en todas las demás órdenes regulares, se
requieren los certificados de bautismo,
confirmación, soltería y de buenas costumbres, sin
tasa alguna económica; pero el joven tiene
libertad para aportar la suma, que pueda y le
agrade, la cual, si persevera, quedará incorporada
a la Comunidad; y en caso contrario, le será
devuelta, etc.
Por lo que le he dicho hasta ahora, sin
alargarme más y elogiar este Instituto, ve
perfectamente V. S. M. Rvda. cuán agradable tiene
que ((**It12.695**)) ser a
Dios y a María Santísima y cuán útil y necesario
para la triste humanidad que sufre. Las mujeres
han provisto abundantemente en sus enfermedades a
las mujeres mismas. En cambio los pobres hombres
sin un Instituto de este género estarían en los
Hospitales siempre abandonados a merced de ruines
mercenarios, que de ordinario no tienen más
estímulo que el propio interés, arriesgando por
este motivo muchas veces la misma vida de los
pobres enfermos con daño y ruina de no pocas
familias...
Usted ha comprendido el fin de esta mi carta;
por eso le repito que, si en ese establecimiento
benéfico hubiese jóvenes de buena voluntad para
dicha obra de caridad y que fuesen de complexión
sana y fuerte (lo cual es necesario), o que los
hubiese en el establecimiento del Cottolengo, de
santa memoria, o en otra parte, me haría un gran
regalo si me los presentara. La edad necesaria
para dicho Instituto es de los dieciocho a los
veintiocho.
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