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poseía en sumo grado el sentido histórico. No nos
sorprende, pues, ver que en el orden del día se
incluyera también la propuesta de nombrar un
archivero de la Congregación, cuyo cometido fuese
recoger las memorias y preparar la materia que, a
su tiempo, pondría el historiador en obra.
Pero, entre tanto, urgía redactar las crónicas
locales. Por eso, cada director debía tomar nota
de las cosas principales de su colegio, sin omitir
nada de cuanto don Bosco hiciese o dijese en sus
frecuentes visitas. Y, si las circunstancias se lo
impidieran, que encargasen de ello a algún
hermano, proporcionándole la manera de estar
informado.
Escríbase, pues, ante todo, un resumen de la
historia del colegio, indicando con exactitud el
cómo y el cuándo de su fundación y todo
acontecimiento de relieve, sin excluir las
circunstancias que causaron aumento o disminución
del alumnado, desde el principio hasta el momento
actual.
A continuación se registrarán los hechos más
salientes, a medida que sucedieron. Al terminar un
cuaderno, hacerlo copiar con buena letra en un
libro grande, que no debería salir nunca del
colegio, y, en cambio, enviar el cuaderno a la
casa madre. íQué tesoro tendríamos hoy, si todos
hubiesen puesto manos a esta obra; si, al correr
de los años, no hubiese quedado sepultado todo en
el olvido; si el abandono no hubiese dejado
perecer casi todo lo poco que se había hecho! El
exceso de trabajo es ciertamente una válida
circunstancia atenuante, pero no quita, ni aligera
la pena, ni tampoco impide expresar el deseo y el
encarecido ruego de que se piensa algo más en la
historia, que no es un vano entretenimiento de
gente ociosa, sino vehículo de la tradición,
escuela de la experiencia y estímulo para mayores
éxitos.
Asuntos y temas relacionados con el Reglamento
ocuparon el resto de la sesión. En las dos
conferencias anuales y en otras extraordinarias se
había ido aglomerando en torno al Reglamento
((**It12.58**)) todo un
cúmulo de deliberaciones, que intentaban aclarar
ciertos puntos; pero que, por no recordarlas
fácilmente, caían en el olvido, y nadie las
observaba. Don Miguel Rúa examinó las actas,
seleccionó estas deliberaciones, las juntó
formando un cuerpo de notas explicativas del mismo
Reglamento, las dividió por capítulos, las
clasificó por materias y las presentó a la
asamblea para su examen. Después de quitar, añadir
y cambiar lo que se creyó conveniente, se decidió
imprimir un librito y enviarlo a todas las casas.
Del acta de esta primera discusión resaltan sólo
tres cosas: una modalidad, una añadidura y una
digresión.
De las normas arriba mencionadas, una serie
concernía expresamente a los directores; pareció
oportuno que éstas no fueran del dominio(**Es12.58**))
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