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delegados de la casa de San José, presidida por
mí, le manifesté con ahínco todo este asunto y le
interesé para que me apoyara en mi intento.
Sonrióse el señor Pippo al oír mis palabras, y
después de una breve pausa, me dijo:
-Usted ha sido inspirado por Dios para hablarme
hoy de este asunto, porque ha de saber usted que,
hace dos horas, iba a efectuarse el alquiler de
los locales que poseo junto a Santa Bonosa, y no
quise contratar con el señor Cagiati, porque yo
quería alquilarlos todos, y él quería sólo una
parte. Sepa usted que el Ayuntamiento de Roma, no
habiendo podido lograrlo directamente de mí que no
quiero meterme en contratos, arde en deseos por
hacerse con todos estos amplios locales, que poseo
aquí alrededor, y ahora ha prometido veinte mil
liras de comisión a un tal señor Peretti, si
consigue obtenerlos por vía indirecta. Sepa, en
fin, que el Gobierno tenía pensado abrir en esta
localidad un vasto hospital destinado
especialmente a sifilíticos y ofrecía un rico
arrendamiento, para librarse de los muchos
millones que le cuesta el Hospital para
sifilíticos de Terni, adonde se envían los
enfermos de Roma; pero yo nunca quise saber de
esos intereses, ni los busco. La propuesta que
usted me hace de ceder dichos locales en favor de
don Bosco para abrir una casa de educación para
los hijos del pueblo, que tanto necesita esta
pobladísima barriada del Transtíber, es una
propuesta, repito, ((**It12.685**))
inspirada por Dios, y conforme en todo con mis
deseos, y los de mi familia. Tratándose de don
Bosco yo no busco intereses, le presentaré el
libro de administración; él verá a cuánto
ascienden los alquileres, aunque pequeños, que he
percibido hasta el día de hoy por estos locales, y
que ahora podría subir a cantidad mucho mayor, y
él pagará únicamente aquél, ni un céntimo más. Y
si don Bosco quisiera tambiém comprar todos los
locales, en atención a él, estoy dispuesto a todo,
en vista del gran bien que de esto puede venir a
esta parte de Roma tan relevante y, sin embargo,
tan poco atendida, y por eso tan necesitada de
cultura cristiana y cívica.
Animado por esta tan buena acogida a mi
propuesta, pedí al señor Pippo el favor de visitar
junto con él los locales de que se trataba.
Fijamos, pues, un momento para ello y a la mañana
siguiente fuimos juntos a Santa Bonosa. Esta
iglesita está pegada por un lado a una casa de
Forti, comprendida entre los locales que se le
cederían en alquiler; pero por lo demás no hay más
que una calle entre la iglesita de Santa Bonosa y
el grupo de locales de que se trata. Con un
pequeño arco quedaría unida la iglesia al resto.
Estos locales, llamados hoy así por estar
destinados a almacenes comerciales, son edificios
históricos, porque fueron residencia de la
nobilísima, y en otro tiempo poderosa familia
Anguillara. Constituyen una especie de castillo
independiente, que tiene a la derecha a poca
distancia la orilla del Tíber, a la izquierda la
calle de la Lungaretta, al este el palacio Feroci,
también propiedad del señor Forti y al oeste la
iglesia de Santa Agueda y la casa de los padres
Doctrinarios. Sobresale en el medio, y es parte de
los locales la airosa torre de los Anguillara,
fiel custodio del nombre de sus nobles señores, a
la que subieron emperadores, reyes, reinas y
muchos príncipes, cuando el buen caballero José
Forti, de grata memoria, instalaba en ella el
espectáculo, verdaderamente magnífico y digno de
Roma, del Pesebre o Nacimiento, como motivo de las
fiestas de Navidad. Desde la cima de esta torre se
divisaban las montañas lejanas, los castillos
romanos, una parte de Roma y el cauce tortuoso del
rubio Tíber, acompañado de la escena principal
hábilmente trazada del misterio del nacimiento de
Jesús, con los pastores que lo veneran, los
ángeles que bajan del cielo, la gruta de Belén,
las ovejitas que lo rodean era algo más divino que
terreno, que elevaba al Paraíso el ánimo de los
visitantes.
Observé dichos locales y vi lo que nunca habría
esperado de aquel lugar de Roma,
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