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la facultad de interpretar las Reglas como a él le
parece, dando al prefecto las atribuciones que él
quiere. Cuando el Capítulo Superior establece con
él, que un determinado sujeto actúe de prefecto,
tenga éste en realidad el cargo y las atribuciones
de prefecto. Pues es verdad que por ahora,
mientras vive don Bosco, todos le estamos sujetos
y él no tiene más que expresar un deseo para que
nosotros vayamos a porfía en cumplirlo; puede,
pues, él poner, quitar, dar, aumentar, disminuir,
transferir atribuciones al que mejor le parezca;
pero también es verdad que ahora es necesario dar
a las cosas una orientación tal que, aun faltando
don Bosco, no hayan de surgir inconvenientes.
Esta observación trajo consigo otra no menos
grave: que no era bueno que el Director asumiese
el papel de prefecto, por dos razones. La primera,
porque en tal caso tenía que tomar sobre sí la
odiosidad de mantener la disciplina, ((**It12.55**)) con
mengua para varias cosas, sobre todo para las
confesiones 1; segunda, porque, si el Director lo
hacía todo por sí mismo, nadie se enteraba de lo
que hacía; de momento no cabía temer que hubiese
inconvenientes, pero eran posibles para el futuro,
si no se mantenía firme el principio de respetar
las atribuciones que las Reglas asignaban al
Prefecto.
Se volvió al caso concreto, se discutió largo
rato sobre la persona más idónea para el cargo de
prefecto de aquel colegio para hijos de familias
acomodadas y, por fin, la elección cayó en don
Juan Marenco, futuro Obispo y Delegado Apostólico,
hombre de presencia y trato muy señoriales.
Los reunidos pasaron después a tratar de los
ejercicios espirituales.
Era costumbre hacerlos en los colegios a fines del
año escolar; pero la experiencia demostraba que la
época no era muy favorable para este fin, y que
era preferible trasladarlos a la segunda mitad de
marzo o al mes de abril. Razonaban de la manera
siguiente:
-Estos ejercicios son el medio más eficaz para
romper ciertas relaciones o amistades peligrosas.
Es entonces cuando el joven se determina a
emprender el buen camino, y toma firmes
resoluciones, que le servirán de guía por lo menos
durante el resto del año. Por el contrario, si los
ejercicios se hacen a fines del curso, ya no queda
tiempo para poner por obra los propósitos hechos;
y, además, permitiéndoseles hacer por tanto tiempo
lo que quieren, los males se gangrenan.
1 Al pie del Catálogo de 1875 se lee esta nota:
<>.(**Es12.56**))
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