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((**Es12.55**) se nota un recogimiento y un sosiego tal, que indican claramente la caridad, que inflama su corazón>>. >>Pero, verdaderamente, tenían que tratar asuntos de mucha importancia? Recordaremos dos ideas que manifestó el Siervo de Dios en 1875. La primera fue ésta: <>. Aquellos primeros Directores, reunidos para conferenciar sobre los asuntos internos e íntimos de la Congregación, nos ofrecen el ejemplo de una diligente prevención, secreto de todo buen gobierno. La otra idea de don Bosco tiene toda la apariencia de una paradoja: <>. íCuántos, en cambio, se sentirán tentados a creer que sería mejor hacer lo contrario! Sin embargo, la vida ordinaria no es más que un tejido de cosas pequeñas, que arrastran consigo todo lo demás. Como quiera que sea, nosotros, lo mismo que en el volumen anterior, daremos también en éste un informe suficiente de cada sesión, refiriendo algo de cada una de las cosas expuestas de viva voz, discutidas o deliberadas. Prueben los lectores su lectura, y después, el que se canse salte al capítulo siguiente, pues no perderá el hilo de la historia. >>No parece algo singular que en la primera reunión, presidida por don Miguel Rúa, se ocupasen los Directores del personal, es decir, de sus destinos, como lo haría ahora el Consejo ((**It12.54**)) Superior o un Consejo Inspectorial? >>Qué más da? A don Bosco le gustaba proceder paternalmente y no autoritariamente. Por eso, así como, a manera de consulta, preguntaba a menudo individualmente a algún hermano sobre cosas que ya él había estudiado y resuelto por todos sus costados, de la misma manera le gustaba poner a discusión medidas, para las que sin duda no necesitaba tantas luces. En conclusión, se portaba con los suyos como un padre se porta con sus hijos, cuando han alcanzado y superado la mayoría de edad. En el Oratorio, pues, se veía la necesidad de substituir a don César Chiala en el cargo de catequista de los aprendices. El óptimo salesiano estaba enfermo, tanto que murió aquel mismo año. Se propuso poner en su lugar a don Juan Branda, que era prefecto en Valsálice, aunque sólo nominalmente, pues el Director don Francisco Dalmazzo concentraba en su persona todos los poderes. Esta circunstancia hizo que la discusión se alargase a una cuestión de orden general. La asamblea, cuidadosa guardiana de las costumbres legítimas, recordó enérgicamente un principio valedero también hoy día: -No se introduzcan abusos, se afirmó. Un Director no debe tener(**Es12.55**))
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