((**Es12.548**)
aunque extradiocesano. El día siguiente a mi
llegada, habiéndoseme preguntado qué se debía
hacer y emplear en las funciones, en razón de mi
persona, contesté abiertamente que no quería la
más mínima distinción y que saldría a la iglesia y
al altar como un sacerdote cualquiera; en efecto,
me revestí en la sacristía junto con los demás y
se hicieron todas las funciones, según las S.
Rúbricas. Es más, fiel a la orden dada como antes
dije, mandé que se retirara el jovencito revestido
de clérigo que llevaba la palmatoria; por tanto,
es falso que yo llevase el solideo en dichas
funciones y es falso también que a mi lado o
detrás de mí tuviese un Capellán con sotana, y
estoy pronto a demostrarlo con mil testigos.
((**It12.650**)) Por
donde comprenderá S. E. Rvma., la necesidad de
contar con referendarios que tengan buena vista y,
todavía más, que sean fieles en referir. En cuanto
a los ropajes que yo llevaba (comprendido el
bonete) son los que habitualmente puedo llevar en
Roma y fuera, son los prescritos cuando uno debe
presentarse al Padre Santo, y los que aconseja la
conveniencia cuando se va a visitar a una dignidad
como es el Arzobispo, etc.; son los que V. E. me
vio en diversas ocasiones y que usé con la mayor
reserva cuando fui últimamente a Turín.
En cuanto a la observación de su señor
Secretario relacionada con las prerrogativas antes
mencionadas, que corresponden a varios
eclesiásticos de esa Archidiócesis, hago la
siguiente breve reflexión: o dichas prerrogativas
son inherentes a la dignidad ocupada por el
Eclesiástico en los Capítulos, etc., y entonces
las prerrogativas de que se trata se reducen a un
simple título sin distinción alguna: o las mismas
fueron concedidas por el Padre Santo, por especial
dignación o benevolencia, y entonces, el no llevar
distintivo, así en las funciones como fuera de las
mismas, es porque los interesados no se cuidan de
ellas o no quieren hacer gastos a este respecto;
por lo demás, estos últimos eclesiásticos pueden
libremente usar sus distintivos, como lo he visto
en muchas ciudades y últimamente en Piacenza en
las fiestas centenarias del B. Gregorio y entrada
en aquella Sede de mi buen amigo y compañero de
Seminario, monseñor Scalabrini, sin que los nueve
Obispos que allí intervinieron hicieran la más
mínima observación; antes al contrario, monseñor
Scalabrini era el primero en tener conmigo estos
miramientos en su parroquia cuando yo iba a Como,
con plenísima aprobación de monseñor Carsana,
Obispo de dicha ciudad. En fin, no puedo prestar
fe a lo que afirma dicho Secretario, a saber, que
mi aparición con los distintivos dio abundante
materia de habladurías a eclesiásticos y seglares
turineses, porque todos los sacerdotes y seglares,
que he visto y tratado en la iglesia de María
Auxiliadora, supieron apreciar en su justo valor
mi simple condición de familiar pontificio como mi
intervención en dichas fiestas; otro motivo por el
que no admito dicha gratuita observación, es que
creería yo estar haciendo un desaire a
eclesiásticos y seglares de Turín (ex-capital e
insigne ciudad), si los postergara a Casale y a
otras pequeñas ciudades y villas en cosas que no
son completamente nuevas, y me alegro de que
también a mis superiores y colegas de curia no
causaron impresión alguna las cartas a que antes
aludía, habiendo ellos conjeturado a primera vista
la verdadera y única razón que las promovieron.
Espero que V. E. Rvma. dará buena acogida a mi
justificación y depuración de los hechos
adjudicados a mi pobre persona; por lo demás
procuraré en adelante no ser causa de disgustos de
ninguna clase, tanto más cuanto que he profesado
siempre la máxima veneración al carácter y
autoridad episcopal y guardado especial estimación
y afecto a V. E. Rvma.
((**It12.651**)) Con la
dulce esperanza de ser escuchado, ruégole me
conserve su benevolencia, mientras con los
sentimientos de la más alta consideración y filial
afecto paso a confirmarme
(**Es12.548**))
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