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en nuestra mente, y sea único el espíritu de
piedad, que guíe nuestros actos. Ut una sit fides
mentium et pietas actionum (Feria 5.¦ post. P.).
La unidad de fe, que es el fundamento del
catolicismo, la unidad en obrar el bien tan
recomedada en los Libros Sagrados, predicada por
Jesucristo y por los Apóstoles, inculcada en todos
los tiempos por aquellos que el Espíritu Santo
puso para regir la Iglesia de Dios, es la que en
este momento me recomiendo a mí mismo y os
recomiendo a vosotros, venerados señores.
Siguiendo el ejemplo de los fieles de la Iglesia
primitiva, formemos también nosotros un solo
corazón, una sola alma para apartar los graves
peligros, que nos rodean. Pero, así como en tiempo
de la vida mortal del Salvador, los Apóstoles se
reunían a su alrededor como centro seguro y
maestro infalible; así como después de él los
verdaderos creyentes para no errar se mantuvieron
estrechamente unidos a Pedro y a sus sucesores en
el gobierno de la Iglesia; así todos nosotros
cerremos filas alrededor del digno sucesor de
Pedro, alrededor del grande y esforzado Vicario de
Jesucristo, el fuerte e incomparable Pío IX. En
toda duda, en todo peligro acudamos a El, como al
áncora de salvación, como al oráculo infalible, y
nunca olvide nadie que en este portentoso
Pontífice está el fundamento, el centro de toda
verdad, la salvación del mundo. Quien recoge con
El edifica para el Cielo; quien no edifica con El,
desparrama y destruye hasta dar consigo en el
abismo. Qui mecum non colligit, disperdit.
Si por ventura en este momento pudiese llegar
mi voz hasta ese Angel Consolador, querría
decirle: Beatísimo Padre, escuchad y acoged con
agrado las palabras de un hijo pobre, pero
afectísimo a Vos. Nosotros ((**It12.642**))
queremos asegurarnos el camino que nos conduzca a
la posesión de la verdadera felicidad; por eso
todos nos reunimos en torno a Vos, cual Padre
amoroso y Maestro infalible.
Vuestras palabras serán la guía de nuestros
pasos, la norma de nuestras acciones. Vuestros
pensamientos, vuestros escritos serán recogidos
con la máxima veneración y con viva solicitud
difundidos en nuestras familias, entre nuestros
parientes, entre nuestros amigos y, si fuera
posible, por todo el mundo.
Vuestras alegrías serán también las de vuestros
hijos y vuestras penas y vuestras espinas serán
igualmente compartidas por nosotros. Y, así como
redunda en gloria del soldado morir en el campo de
batalla por su Soberano, así será nuestro más
glorioso día aquel en que podamos dar por Vos,
Beatísimo Padre, haberes y vida, porque muriendo
por Vos, tenemos una prenda segura de morir por
aquel Dios, que corona los momentáneos
sufrimientos de la tierra con los eternos goces
del Cielo.
9
Carta del Arzobispo de Turín al
Papa
Beatísimo Padre:
Con esta carta expongo a V. S. la intención y
el deseo de retirarme de este puesto de Arzobispo
de Turín, donde las dificultades son diez veces
más graves y numerosas de lo que yo esperaba, y me
faltan las fuerzas mentales, físicas y económicas
para vencerlas. Cuanto más avanzo por este camino
más me escasean los recursos para cumplir mis
deberes como sería de desear, sintiendo que se me
merma. y escapa de las manos la autoridad. Me he
puesto con toda la voluntad a hacer el bien y
desterrar el mal que, como diocesano de Turín,
deploraba en ella, pero mis atenciones y mis
(**Es12.541**))
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