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difusamente de este oscurecimiento y dice haber
ocurrido ((**It12.639**)) de una
manera sobrenatural, cuando él vivía en
Heliópolis, ciudad de Egipto. Es más, el mismo san
Dionisio, viendo un eclipse en un momento, en que
no podía tener lugar según las leyes naturales,
hubo de exclamar: Aut Deus naturae patitur aut
mundi machina dissolvitur (Brev. 9 oct.)
Más claras aún resultan las palabras de
Flegontes, liberto del emperador Adriano, que
habla así en su historia: Quarto anno Olympiadis
centesimae secundae, que corresponde al año de la
muerte del Redentor, magna et excelsa inter omnes,
quae ante eam acciderunt, detectio solis facta.
Dies hora sexta ita in tenebrosam noctem versus,
ut stellae in coelo visae sint terraeque motus in
Bithinia Niceae urbis multas aedes subvertit.
Léese también en la Historia de China que en
aquel tiempo un eclipse extraordinario obscureció
el sol en aquellas lejanas tierras, de tal modo
que el emperador Quamvuzio quedó gravemente
turbado (Historia de China por Adrián Gresfonio).
Estas autoridades de la Historia profana
constribuyen a confirmar la afirmación de los
libros santos, que el eclipse ocurrido a la muerte
del Salvador se extendió efectivamente por toda la
superficie de la tierra. Tenebrae factae sunt
super universam terram (S. Mat. XXVII).
Otro prodigio público sucedió al morir Jesús
con la ruptura del velo del Templo que, sin haber
sido tocado por mano de hombre alguno, se rasgó
instantáneamente en dos partes de arriba abajo. Et
ecce velum templi scissum est in duas partes a
summo usque deorsum (Mat. XXVII-51).
Dos eran los velos, esto es, las grandes
cortinas del templo: uno separaba el Santuario del
Santo de los Santos, que era el lugar reservado
sólo para el Sumo Sacerdote que entraba en él una
sola vez al año. El otro velo separaba el
Santuario, donde estaban los sacerdotes, del atrio
donde se reunía el pueblo.
El evangelio no dice si se rasgaron los dos
velos o uno solo y, si fue uno sólo, cuál de
ellos. Cornelio a Lápide (Cap. 27 de san Mateo),
Alejandro Natale y Calmet califican de opinión
común la de que se rasgara uno sólo y que éste fue
el velo del Santo de los Santos, que solía
llamarse el velo por excelencia.
Jesucristo, dice Calmet en el comentario a la
carta a los Hebreos, nos abrió en su calidad de
Sumo y gran Sacerdote el camino del Santuario a
través del velo, es decir con su Pasión, mostrando
que el camino del Cielo quedó abierto por la
muerte de Cristo, que las sombras de la ley
desaparecieron y que el verdadero y gran sacerdote
según el orden de Melquisedec había entrado en el
interior del Templo para librar a todos los
hombres de la esclavitud del pecado (A los
Hebreos, C. 10).
Al oscurecimiento del sol y al rasgarse del
velo siguióse un tercer prodigio, por el que
temblaron los montes, se quebraron las ppeñas, se
abrieron las tumbas y diversos muertos, vueltos a
la vida, aparecieron a muchos en la ciudad misma
de Jesusalén. Et terra mota est et petrae scissae
sunt et monumenta aperta sunt; et multa corpora
sanctorum qui dormierunt, ((**It12.640**))
surrexerunt. Et exeuntes de monumentis post
resurrectionem eius venerunt in sanctam civitatem
et apparuerunt multis (Mateo XXVII).
Se pregunta si el milagro de la resurrección de
muchos se realizó sólo en Judea o también en otras
partes del mundo.
Orígenes opina que sólo en Jerusalén o cuando
más en la región de Judea sucedió este milagro;
pero Baronio, Calmet y otros muchos admiten que
este prodigio ocurrió también fuera de Judea. En
efecto, puesto que el Evangelio no pone límite
alguno de lugar, débese entender que tal prodigio
fue general, manifestándose más ampliamente la
omnipotencia de Dios. Convalida esta afirmación el
hecho de Flegontes, que vivía
(**Es12.539**))
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