Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es12.536**) Habiendo, pues, visto Jesús a su Madre y junto a Ella al discípulo predilecto, díjole a su Madre: -Mujer, ahí tienes a tu Hijo. Después dijo al Discípulo: -Ahí tienes a tu Madre. Y desde aquel momento Juan la recibió como Madre. Suele preguntarse por qué la Santísima Virgen es llamada aquí Mujer y no Madre. El Crisóstomo nos enseña que María fue llamada Mujer para que no se amargara demasiado su corazón, llamándole con el tierno nombre de Madre. San Bernardo añade que la llama Mujer para recordarle que Ella era la Mujer fuerte, que en aquel momento con su pie inmaculado aplastaba la cabeza de la serpiente engañadora. San Juan cumplió fielmente el deseo de Jesús y prodigó a María los cuidados de un verdadero hijo. La tuvo en su casa mientras vivió en Palestina, se la llevó consigo a Efeso y, como hijo afectuoso, la asistió hasta los últimos momentos de su vida. En san Juan la Iglesia considera a todo el género humano, de modo que la Santísima Virgen, al recibir a san Juan como hijo, vino a ser Madre de todos los Cristianos, como nos lo enseña san Bernardino: Qui est discipulus Christi, est etiam Virginis Filius. Cuarta palabra. La cuarta vez que habló Cristo en la Cruz está expresada de esta manera en san Mateo (Cap. XXVII): Et circa horam nonam clamavit Jesus voce magna dicens: Eli, Eli, Lamma sabachtani? Estas palabras, las interpreta así el mismo Evangelio: Deus meus, Deus meus, ut quid dereliquisti me? Dios mío, Dios mío, >>por qué me has abandonado? Estas voces son siríacas, lengua mezcla de caldeo y hebreo, que era muy hablada por los hebreos después de su regreso de la esclavitud de Babilonia. Pero parece que no fueron comprendidas, pues los circunstantes creyeron que llamaba a Elías pidiéndole socorro. No se sabe con certeza quiénes eran estos circunstantes. Algunos piensan que eran romanos, los cuales ignoraban la lengua hebrea, creían que había llamado a Elías en su auxilio. Pero es de observar que, si los romanos ignoraban el hebreo, tampoco tenían conocimiento de Elías. Otros son del parecer de que fueran helenistas, esto es, hebreos que vivían en Egipto, donde estaba muy difundida la lengua griega. Estos ignoraban el hebreo ((**It12.636**)) pero conocían a Elías. Parece, sin embargo, preferible la opinión de que eran hebreos, que entendían perfectamente el hebreo, pero fingían no entenderlo para burlarse así de Jesucristo. En torno a esta palabra es muy oportuno notar la impía interpretación, que dan de ella Calvino y los incrédulos modernos. En aquel momento, dicen ellos, Cristo experimentó todas las penas de los condenados y aquellas palabras expresan un acto de desesperación. íHorrenda blasfemia! Benedicto XIV dice: <>cómo pudo aplacar la ira divina, que era el fin de su celeste misión? >>Cómo pudo entonces añadir las otras afectuosas palabras al Padre Celeste, Pater, in manus tuas commendo spiritum meum, las cuales demuestran su plena conformidad y confianza con la voluntad del Cielo?>>. De donde se concluye que las palabras del Salvador no fueron efecto de la impaciencia, ni de la desconfianza, ni quisieron significar la humanidad abandonada por la divinidad, porque, dice el Nacianceno: quod semel assumpsit, nunquam dimisit; tampoco indican que le faltó la benevolencia del Eterno Padre. Aquellas palabras, por tanto, fueron dichas para indicar la atrocidad de los dolores que padecía, en expiación de las culpas de la humanidad de las que habíase hecho reo. íGran Dios, exclama san León, qué terribles son los efectos de tu justicia! Si se castigan con tanto (**Es12.536**))
<Anterior: 12. 535><Siguiente: 12. 537>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com