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((**Es12.534**) et mortuus esse Adam. Unde et locus in quo crucifixus est Dominus Noster, Calvaria appellatur, scilicet quod ibi sit primi hominis Calvaria condita, ut secundus Adam et sanguis de cruce stillans primi Adam et iacentis protoplasti peccata dilueret. En los libros santos estaba anunciado que el Mesías había de ser elevado en la Cruz, como Moisés levantó la serpiente en el desierto para liberación de las mordeduras venenosas, con que eran heridos los Hebreos (S. Juan C. III). Sicut ((**It12.633**)) Moises, dice Cristo, exultavit serpentem in deserto, ita oportet exaltari Filium hominis. Enarbolada, pues, la cruz, elevada sobre ella la sacratísima persona de Jesús, clavado en ella con agudísimos clavos, los soldados, los príncipes, los ancianos de los Hebreos, en lugar de reconocer al Salvador común en Aquél, a quien habían crucificado, se dieron a hacer burla de El y a despreciarlo de todas las maneras. -Ha salvado a otros, iban diciendo, y no puede salvarse a sí mismo. Si es el Cristo anunciado por Dios, descienda ahora de la cruz; si Dios lo ama, que lo libre en este momento. Si tú eres su Hijo, baja de la cruz; si eres Rey de los judíos, sálvate a ti mismo, puesto que has dicho que destruyes el templo de Dios y en tres días lo vuelves a levantar; pretendes salvar a los otros y no te salvas a ti mismo. Estos y otros insultos parecidos lanzaba el populacho contra Jesús pendiente de la cruz. Todos los elementos de la naturaleza querían sin duda vengar los ultrajes del Creador. El Salvador habría podido hacer caer muertos a todos los que lo ultrajaban, como cayeron desmayados al principio de su pasión; hacer que se abriera la tierra para tragar a los vivos, como sucedió a Datán y Abirón; hacer que se hundieran en las aguas, como en el Diluvio; reducirlos a cenizas, como a los habitantes de Sodoma y Gomorra. Pero el tiempo en que Jesús estuvo pendiente de la cruz, era tiempo de misericordia; por eso no respondió a tantos insultos más que con la clemencia y el perdón y, en efecto, la primera palabra que profirió desde la Cruz fue dirigida a su Padre Celestial, implorando misericordia para los que lo ultrajaban: -Padre mío, dijo El, perdona a éstos mis crucificadores porque no saben lo que hacen. Jesús autem dicebat: Pater dimitte illis, non enim sciunt quid faciunt (Lucas, C. XXIII). El angélico santo Tomás hace aquí dos preguntas: (3.¦ Parte, quest. XLVII): Utrum Christi persecutores eum agnoverint, et utrum peccatum Christum crucifigentium fuerit gravissimum. A la primera, si los crucificadores lo conocieron, contesta que la plana mayor, esto es los Magnates, los Escribas, los Doctores de la ley tenían ciertamente claro conocimiento del Salvador, pero no quisieron prestarle fe y dieron a todo la peor interpretación. Por eso dice el Evangelio (S. Juan C. XV): Si non venissem et locutus eis non fuissem, peccatum non haberent; nunc autem excusationem non habent de peccato suo. Además, los altos dignatarios, versados como estaban en el conocimiento de los Libros Sagrados, debían conocer las profecías, que se iban cumpliendo, los milagros que Jesús había obrado, las virtudes heroicas que le distinguían; por consiguiente no podía disculparlos la ignorancia, que era afectada; más aún, los hacía más culpables. Respecto de la plana menor, esto es el vulgo, que no conocía ni entendía las Escrituras, era mucho menos culpable por su ignorancia. En este sentido san Pedro compadecía a los Hebreos diciendo: -Yo sé que todo lo que hicisteis contra el Salvador, lo hicisteis por ignorancia, como lo hicieron vuestros antepasados (Hechos Ap. C. III). ((**It12.634**)) De esto se sigue la respuesta a la segunda pregunta, a saber, que el pecado de los crucificadores fue gravísimo para los doctores de la Ley, gravísimo en los judíos (**Es12.534**))
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