((**Es12.532**)
practicaran realmente la religión de la manera que
la entendía san Francisco de Sales, con su mismo
celo, con su caridad, con su mansedumbre, entonces
sí que podría enorgullecerme y habría motivo para
esperar de ello un bien inmenso en el mundo. Es
más, me atrevería a afirmar que el mundo vendría
detrás de nosotros y nos adueñaríamos de él.
Hay todavía otra cosa que yo creo de
extraordinaria importancia, y que es necesario nos
esforcemos para que exista entre nosotros ahora y
siempre. Es el amor fraterno. Creedlo, el vínculo
que mantiene unidas las Sociedades, las
Congregaciones, es el amor fraterno. Yo lo
llamaría el gozne sobre el cual giran las
Congregaciones eclesiásticas. >>Y hasta qué grado
debería subir? Nos lo dijo el mismo Dios: Diligite
alterutrum sicut et ego dilexi vos; amaos unos a
otros de la manera y con la medida que yo os he
amado. Y se repite a menudo en las Sagradas
Escrituras que nos amemos mucho.
Mas para que este amor sea como se requiere,
debe ser tal que el bien de uno sea bien de todos
y el mal de uno sea mal de todos. Es menester que
nos ayudemos mutuamente y que nunca censure uno lo
que otro hace; que no se tenga envidia ni por
asomo.
-Para fulano aquel cargo; para mí nada. Zutano
el bienquisto; a mí nadie me hace caso. Si hay
algo bueno y bonito, tiene que ser para mengano;
de mí no se acuerda nadie.
-íEa, no; fuera envidias! El bien de uno debe
ser el bien de todos; el mal de uno, a su vez, mal
de todos. Si hay uno que es perseguido, debemos
imaginar que somos perseguidos todos y tenerle
lástima ((**It12.631**)) y
ayudarle. Si hay uno enfermo, dolernos como si lo
estuviésemos nosotros. Promover todas las obras
buenas de común acuerdo, venga la iniciativa de
donde viniera, pues es sabido que no todos tienen
la misma capacidad, ni los mismos estudios, ni los
mismos medios.
Así que, tengamos gran amor fraterno. >>Sabéis
qué ocurrirá, si obramos así? Ocurrirá lo que ya
sucedió en la Iglesia. Doce eran los apóstoles,
pero, además de ellos, estaban los setenta y dos
discípulos, los diáconos y los cooperadores
evangélicos; y todos actuaban de acuerdo, todos
unidos con gran amor fraterno, y por esto lograron
lo que lograron, cambiar la faz del mundo. Así
también nosotros, doquiera nos coloquen, como
quiera que se nos emplee, con tal de poder salvar
almas, y por encima de todo la nuestra, con esto
tenemos bastante.
Pero nada de esto se obtiene, si no es a precio
de grandes sacrificios y con algún sufrimiento.
Sin grandes trabajos no se pueden lograr grandes
resultados; por eso debemos estar dispuestos a
todo. Sí, ingresen todos en la Congregación
Salesiana, pero digan:
-Quiero entrar en este camino sólo para salvar
almas; en el bien entendido de que, queriendo
salvar las de los otros, quiero ante todo salvar
la mía. >>No es posible alcanzar esto sin grandes
sacrificios? Pues bien, yo estoy dispuesto a hacer
cualquier sacrificio. Quiero poner mis pies sobre
las huellas de Jesús Crucificado; si El muere en
la Cruz, sufriendo horribles dolores, yo, que
quiero ser su seguidor, debo demostrar que estoy
dispuesto a cualquier sufrimiento, aunque, para
ello, tenga que morir en la Cruz con El.
Por otra parte, mirad que en el Evangelio está
escrito: Bienaventurados los que sufren, y no:
Bienaventurados los que se lo pasan bien. >>Toca
por tanto sufrir algo? Dichoso de mí, que así
podré seguir más de cerca las huellas del divino
Redentor. Los sibaritas de este mundo gozan un
momento, pero después les queda muy poco de sus
placeres; al contrario, nada; menos que nada, y
eso para toda la eternidad. Los atribulados, en
cambio, sufren, sí, algo; pero eso durará poco, y
cada uno de sus
(**Es12.532**))
<Anterior: 12. 531><Siguiente: 12. 533>