((**Es12.51**)
Que nada de esto os intranquilice. El efecto
que este relato debe causar en vosotros es
sencillamente el que nos sugirió el Divino
Salvador en el Evangelio: Estote parati, quia, qua
hora non putatis, filius hominis veniet. Es ésta
una gran advertencia, queridos jóvenes, que nos
hace el Señor. Estemos siempre preparados, porque
en la hora en que menos lo pensemos puede llegar
la muerte y el que no está preparado para morir
bien, corre grave peligro de morir mal. Yo me
prepararé lo mejor que pueda. y vosotros debéis
hacer lo mismo, a fin de que a cualquier hora que
al Señor le plazca llamarnos, podamos estar
dispuestos a pasar a la eternidad feliz. Buenas
noches.
Las palabras de don Bosco se escuchaban siempre
en medio de un religioso silencio; pero cuando
contaba cosas extraordinarias, entre los
centenares de jóvenes que le escuchaban, no se oía
un carraspeo ni el más leve ruido con los pies. La
impresión causada duraba semanas y meses y, tras
la impresión, se producían los cambios radicales
de conducta en algunos díscolos. Después aumentaba
la clientela alrededor del confesonario del siervo
de Dios. El suponer que él inventaba aquellos
relatos para asustar y hacer cambiar la vida a los
jóvenes, a nadie se le ocurría, pues los
vaticinios de muertes próximas se cumplían siempre
y ciertos estados de conciencia, vistos en los
sueños, respondían a la realidad.
>>Pero el temor producido por tan lúgubres
predicciones no era una pesadilla opresora? No es
creíble. Numerosas eran las posibilidades y
suposiciones que se ofrecían ante una multitud de
más de ochocientos muchachos, para que cada uno de
ellos se sintiese preocupado. Por otra parte, la
creencia generalmente admitida de que quien moría
en el Oratorio iba al Paraíso y el hecho de que
don Bosco preparaba a los designados sin que se
diesen cuenta, contribuía a desterrar de los
ánimos todo temor. Además, sabemos cuán grande es
la volubilidad juvenil; de momento la fantasía se
siente herida e impresionada, pero el recuerdo que
tal efecto produce se borra pronto. Así nos lo
aseguran numerosos testigos de aquellos tiempos.
Una vez que los jóvenes marcharon a dormir,
algunos hermanos que ((**It12.49**))
rodeaban al siervo de Dios, lo abrumaron a
preguntas para saber si algunos de ellos eran los
que debían morir. Don Bosco, sonriendo según su
costumbre y moviendo la cabeza, les decía:
-íYa! íYa! >>Queréis que os diga quién es, para
hacer morir a alguno antes de tiempo?
Viendo que no conseguían nada, le preguntaron
si en el primer sueño vio también a algún clérigo
haciendo el oficio de las gallinas, esto es,
entregado a la murmuración.
Don Bosco, que estaba caminando, se detuvo,
observó a sus interlocutores y con una sonrisa muy
significativa a flor de labios, añadió:(**Es12.51**))
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