((**Es12.508**)
>>Si? Vete en hora buena al siglo con este
pensamiento, y ya verás. Querría saber cuántos de
los que van a su casa observan fielmente este
propósito. Cosa parecida ya ha sucedido a muchos
otros; no daban fe a mis palabras, quisieron
probar y aprendieron a sus expensas lo que es el
mundo. Se va, se empieza a ver, a hablar; luego
viene la botella, el juego, después diversiones de
otro género, a continuación el comer y la gula.
íPoneos en la ocasión! >>Lograréis esquivar sus
lazos? Uno encontrará la muerte, y si no la
muerte, por lo menos una herida. Si sale ileso,
considérelo con toda razón como una gracia
excepcional que le ha concedido el Señor.
Refúgiese enseguida en su claustro, en la casa
donde ha hecho los votos, y el demonio ya no
tendrá tanta oportunidad para tentarlo; aquí hay
buenos compañeros, aquí hay ocupaciones para toda
clase de personas y para toda habilidad, y todas
las fuentes de inmenso mérito ante Dios.
Y siguiendo en mis consideraciones en torno a
las abejas, os repetiré lo que dice san Ambrosio,
porque, si yo tuviese un poco de tiempo, haría un
libro expresamente para comparar la vida de las
abejas con la vida del religioso. Cuando una de
ellas está en el campo y tiene hambre, ((**It12.603**)) >>toma
lo que ha recogido para alimentarse? íJamás! Ella
observa la regla; cuando termina de recoger todo
lo que ha podido, vuelve a la colmena y entra por
el único orificio por el que pasan las demás. >>Y
toma entonces alimento? No; espera la señal de la
reina, sin cuya orden nunca hacen nada, para que
venga otra abeja que tiene el oficio de
descargarla del peso, y aguarda con paciencia
hasta que la otra tome con su paleta lo que ella
recogió y lo coloque en su sitio. Y muchas veces
se ven allí abejas, tan cargadas que no pueden
más, y que a duras penas se tienen en pie,
hambrientas a más no poder, y con todo aguardan. Y
una vez descargada de su fardo, se alimenta sólo
con las migajas, que la compañera dejó por el
suelo al llevarse toda aquella mercancía, que
también ella misma había recogido. Después va a
descansar, y otra ocupa su lugar, y así trabajan
todas, y cada una cumple con su cometido para
acrecentar el patrimonio común. Van y vienen, y
ninguna pide cuenta a la otra de su actuación.
Todas tienen su ocupación.
íQué diversamente hacen algunos respecto a la
regla y a la economía en los alimentos! íCuántas
veces se nos presenta la ocasión de meter una
ganzúa en la cerradura de la cocina o de la
despensa, y, como dentro hay uno que peca de
demasiado bueno, contamos con hacer lo que
queremos, o vamos a robar en la huerta una lechuga
o fruta! íAh no! Eso no va. Hay que evitar estos
graves inconvenientes a toda costa. Si hoy se
permite esto a los clérigos, mañana se permitirá
también a los muchachos, que, al ver portarse así
a los asistentes, los imitarán sin más.
Las abejas tienen también una hora para
levantarse. Muchas veces se oye por la mañana
dentro de la colmena un zumbido, que os dice que
ya están despiertas; pero todavía no salen. Otras
veces las veis en larga hilera pegadas una a otra
haciendo cadena, pero se guardan mucho de salir
antes que la reina dé la señal. Cuando se les da
la licencia, salen todas en masa para ir al
trabajo. Si una sale antes de la señal, lo anotan;
y por la tarde cuando vuelve, los jueces la
detienen a la entrada, la toman, hacen su acto de
justicia, la muerden en las alas y la matan.
>>Veis? íPor una sola desobediencia! Van a dormir
todas a un tiempo. Sólo por la tarde no se tiene
en cuenta si alguna llega más tarde, porque esto
no depende de ella sino de las distancias y de no
haber encontrado enseguida lo que debía llevar a
casa.
>>Y nosotros practicamos esta obediencia y
seguimos el toque de campana?
Ninguna abeja se mueve, sin recibir orden de la
reina. Cuando llegan a ser tantas en número, que
ya no pueden estar todas en la colmena, la reina,
para que no sucedan desórdenes, separa a muchas de
sus compañeras, les crea otra reina y parece que
dice:
(**Es12.508**))
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