((**Es12.507**)
impide a los insectos dañinos y hostiles entrar en
la colmena. Si estos insectos pudiesen entrar,
carcomiendo la madera, intentarían por todos los
medios matar las abejas y comerles la miel; pero,
en tocando aquel jugo amargo, mueren o ya no
pueden moverse. También nosotros venceremos a
nuestros enemigos agarrándonos a la cruz: pero no
basta tomarla en la mano y besarla; hay que
llevarla. Todos tenemos la cruz, lo mismo el que
manda que el que obedece; lo que significa llevar
el peso inherente a nuestro cargo y oficio; saber
soportar privaciones y mortificaciones. En todas
partes, además, hay amarguras que sufrir, que se
llaman mortificaciones de los sentidos, y
saldremos vencedores de ellas, poniendo nuestros
ojos en Jesús crucificado.
Notad lo que dice san Ambrosio. Por muchas que
sean las abejas de una colmena, sólo tienen un
paso, aun a costa de tener a veces que esperar.
Así nosotros en nuestras casas debemos tener un
solo paso, aun material, una sola puerta para
salir. Sépase quién ha salido, para que ninguno
caiga en cosas ilícitas. íQué saludable es esta
sujeción! Hasta desde el punto de vista material
se obtiene una gran ventaja de que haya una sola
salida. Si hay varias puertas, no se sabe si uno
está dentro o fuera. Se va a llamar a un lado y se
nos contesta:
-Id a ver a aquel otro.
Se va allá y se nos contesta lo mismo. Si, por
el contrario, hay una sola puerta, el portero toma
nota de todos los que salen y, llegada la ocasión,
sabe dar cuenta; por consiguiente, si el Superior
tuviese necesidad de dar una disposición, no
tendrá que angustiarse buscando inúltimente.
Pero lo más importante es que el demonio
intenta insinuarse para hacer volver a un
religioso a su primitivo estado. Vosotros sabéis
que cuanto más hace uno por separarse del mundo y
quiere dejarlo del todo, tanto más se esfuerza el
demonio para que apegue el corazón a las cosas
terrenas y así sacarlo fuera de la religión.
((**It12.602**)) Entra
el demonio en cualquier Congregación, echa el ojo
a uno y piensa: -Este se encuentra en medio de sus
compañeros, que con su buen ejemplo lo edifican;
está vigilado por los superiores que velan por él,
lo fortalecen las muchas prácticas de piedad. íSi
pudiera echarle el lazo! íSi saliera de ahí un
tantico!
>>Y no pensaría el demonio en matar enseguida
su alma? No, no lo mata enseguida, porque quiere
empujarlo poco a poco sin espantarlo. El diablo,
que sabe mucho de lógica, no piensa en modo alguno
sugerirnos al primer ataque que nos juntemos con
compañías peligrosas y que entablemos
conversaciones malas, no; sólo piensa en hacernos
salir de este lugar de seguridad. Ya habrá fuera
personas que hablarán mal de la Congregación o de
la misma Religión, ya habrá charlatanes que
representan comedias indecentes, equilibristas por
cierto no modestamente vestidas; gentes de la
hampa, que se jactan de tener su felicidad en
comer y beber, y tantas otras cosas perjudiciales
para nuestra castidad.
Un religioso amante de novedades sale de su
casa sin necesidad. Y aquí uno que suelta
disparates contra la moralidad; allí un grabado,
una fotografía, que aparecen ante sus ojos; y el
grabado le queda impreso en la imaginación, lo
lleva siempre consigo, le acompaña día y noche.
Resistirá, pero el espíritu se enfría, le vienen
ganas de distraerse, de salir y después de ir a
pasar algún tiempo en su casa. Y acaba por caer
miserablemente. Los ejemplos de todos los tiempos
nos hacen experimentar que, cuando el demonio
logra inducir a uno para salir indebidamente, lo
vence. Y Satanás no deja de sugerir pretextos; íes
tan hábil en el arte de insinuarse!
-Vamos unos días a casa, hay un pariente que me
espera, dice uno. Allí haré mi meditación, mi
lectura espiritual, rezaré mis oraciones y seré
fiel a las demás prácticas de piedad, como si
estuviera en la Congregación.
(**Es12.507**))
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