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cuatro sacerdotes y de un clérigo, y la trienal de
dos clérigos 1, en presencia de todos los novicios
y profesos de la casa; después tomó la palabra y
habló de este modo:
Después de esta función acostumbro decir
algunas palabras a propósito. Ahora, mientras se
pronunciaban los votos, acudían a mi mente varios
pensamientos. Hay aquí cuatro sacerdotes,
procedentes de pueblos lejanos ((**It12.598**)) que
han ingresado en la Congregación. Este hecho me
sugería el primer pensamiento, es decir, lo que se
leyó en el comedor concerniente a Noé, cuando Dios
le manifestó que iba a exterminar al género humano
y que él se preparase una arca donde refugiarse.
Ahora Noé nos ofrece la imagen de aquel que,
viendo en el mundo tantos peligros, piensa en
buscarse un buen lugar de salvación para librarse
de ellos y romper toda relación con los que
locamente van al encuentro de estos peligros.
De los que quieren huir del mundo también es
figura Lot, que deja las ciudades perversas y
escapa a los montes. Lo mismo debe decirse de
Elías, que, acosado por los enemigos, huye a los
desiertos para vivir con muchas dificultades,
prefiriendo esto antes que quedarse con gente
pésima como Jezabel y sus partidarios. Todos estos
hechos indican los peligros que hay en el mundo, y
que para salvarnos de ellos Dios nos ha deparado
la vida religiosa.
Después de este exordio, dividió su conferencia
en dos partes 2. En la primera parte recordó su
costumbre de prometer pan, trabajo y paraíso,
siempre que invitaba a alguien a ingresar en la
Congregación, máxime si era adulto. Siguió
explicando gráficamente la cosa, tomando casi de
la mano a los nuevos profesos e introduciéndoles
en la casa salesiana, esto es, en la Congregación.
Dijo que les llevaría a ver la Casa Madre, porque
después encontrarían las demás casas hechas y
organizadas como ésta.
En primer lugar los hizo entrar por la portería
y ser recibidos con buenas maneras por el portero
salesiano, al que definió como un gran tesoro para
una casa de educación; los presentó al prefecto de
los externos y los llevó al despacho del director,
describiéndoles al vivo la amabilidad y paternidad
propia de quienes desempeñaban tales cargos.
Desde allí arriba les hizo observar los patios
poblados de muchachos, que, en compañía de sus
asistentes, se divertían a su gusto de diversas
maneras. Después los acompañó a las aulas y al
salón de estudio, explicando el método que se
empleaba para encarrilar a los alumnos
1 Véase Apéndice, doc. n.° 42.
2 La primera parte nos ha sido conservada en
resumen por don José Vespignani (Un año en la
escuuela del Beato don Bosco, pág. 36-39); era él
uno de los sacerdotes que acababan de hacer la
profesión. El exordio y la segunda parte está en
un cuaderno del reverendo Gresino, que, por
encargo de don Julio Barberis, tomó los apuntes
mientras hablaba el Beato. No se sabe por qué
omitió la primera parte.
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