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muchacho muy bueno, se acercaba a menudo a los
Santos Sacramentos y esperamos que esté gozando ya
de la felicidad de la gloria, o al menos, que esté
en el Purgatorio. Pero, si les hubiese sucedido a
otros lo mismo, >>qué sería ahora de ellos?
Dicho esto nos pusimos todos de rodillas y
rezamos el De profundis por el alma del pobre
difunto.
Entretanto, iba yo a mi habitación, cuando vi
llegar a Ferraris 1 ((**It12.47**)) de la
librería, el cual me dijo acongojado:
-Don Bosco, >>sabe lo que ha sucedido?
-Claro que lo sé. Que ha muerto fulano.
-No es lo que quiero decirle; hay otros dos
muertos.
->>Cómo? >>Qué?
-Zutano y mengano.
-Pero >>cuándo han muerto? No te entiendo.
-Sí, otros dos, que han muerto antes de que
usted llegase.
->>Y por qué no me habéis llamado?
-No hubo tiempo. >>Usted sabe decirme cuándo ha
muerto éste de aquí?
-Ahora mismo, le respondí.
->>Usted sabe en qué día y en qué mes estamos?,
prosiguió Ferraris.
-Sí que lo sé; estamos a 22 de enero, segundo
día de la novena de San Francisco de Sales.
-No, dijo Ferraris, usted se equivoca, don
Bosco; fíjese bien.
Levanté los ojos al calendario y leí: 26 de
mayo.
-íEsto sí que es grande!, exclamé. Estamos en
enero y me lo dice la ropa que llevo puesta; nadie
se viste en mayo de esta manera; en mayo no
estaría encendida la calefacción.
-Yo no sé qué decirle, ni qué razón darle, pero
estamos a 26 de mayo.
-Pero si ayer mismo murió este nuestro
compañero y estábamos en enero.
-Se equivoca, insistió Ferraris, estábamos en
tiempo de Pascua.
-Esta es más gorda que la anterior.
-Sí, señor, seguro, en tiempo de Pascua;
estábamos en tiempo de Pascua y fue más dichoso
por morir en tiempo de Pascua que los otros dos
que murieron en el mes de María.
-Tú te burlas, le dije, explícate mejor, porque
de otra manera no comprendo nada.
Abrió los brazos, golpeó las manos una contra
otra, fuerte, muy fuerte. Y yo me desperté.
Entonces exclamé:
-Oh, afortunadamente se trata de un sueño y no
de una realidad. íQué miedo he tenido!
Tal es el sueño que tuve la noche pasada.
Vosotros dadle la importancia que queráis. Yo
mismo no quiero prestarle enteramente fe. Con
todo, hoy he querido comprobar, si los que vi
muertos en el sueño estaban aún vivos, y he
constatado que están sanos y robustos. Ciertamente
que no es conveniente que manifieste, y no lo
diré, quiénes son. Con todo los vigilare y, si
fuese necesario, les daré algún consejo para que
vivan bien y los prepararé de forma que no se den
cuenta; para que, si en realidad tuviesen que
morir, la muerte no les sorprenda sin ((**It12.48**)) estar
preparados. Pero que nadie comience a decir:
>>Será éste, será el otro? Cada uno piense en sí
mismo.
1 Ferraris, era el coadjutor Juan Antonio
Ferraris, librero.(**Es12.50**))
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