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((**Es12.498**) alguno que pueda saberlo mientras no abandone esta vida y se reúna con su Creador. Lo único que se puede decir es que se goza de Dios; y esto es todo. Entretanto, recobrado ya plenamente de mi primer aturdimiento, contemplaba absorto la hermosura de Domingo Savio cuando le pregunté en el tono de la mayor confianza: ->>Por qué llevas ese vestido tan blanco y reluciente? Calló Domingo, sin dar muestras de querer contestar a mi pregunta y el coro comenzó a cantar armoniosamente acompañado de todos los instrumentos: -Ipsi habuerunt lumbos praecinctos et dealbaverunt stolas suas in sanguine Agni. Cuando cesó el canto volví a preguntar: ->>Y por qué llevas a la cintura esa faja de color rojo? Tampoco esta vez quiso Savio responder a mi pregunta y, mientras hacía un gesto como de rehusar la contestación, don Víctor Alasonatti cantó solo: -Virgenes enim sunt, et sequuntur Agnum, quocumque fierit. Comprendí entonces que la faja de color de sangre, era símbolo de los grandes sacrificios hechos, de los violentos esfuerzos y casi del martirio sufrido por conservar la virtud de la pureza; y que, para mantenerse casto en la presencia del Señor, hubiera estado pronto a dar la vida, si las circuntancias así lo hubiesen exigido; y que al mismo tiempo simbolizaba las penitencias que libran al alma de la mancha de la culpa. La blancura y esplendor de la túnica representaban la conservación de la inocencia bautismal. Yo, entretanto, atraído por aquellos cantos y al contemplar todas aquellas falanges de jóvenes celestiales que seguían a Domingo Savio, pregunté a éste: ->>Y quiénes son ésos que te siguen? Y dirigiéndome a ellos les dije: ->>Cómo es que tenéis ese aspecto tan refulgente? ((**It12.591**)) Savio continuó callado mientras todos aquellos jóvenes comenzaron a cantar: -Hi sunt sicut Angeli Dei in coelo. Por mi parte me di cuenta de que Domingo gozaba de cierta preeminencia entre los demás, que se mantenían a respetuosa distancia detrás de él, como a unos diez pasos; por eso le dije: -Dime, Domingo, siendo tú el más joven de los que veo aquí y de los que han muerto en nuestras casas, >>por qué vas delante de ellos y les precedes? >>Por qué eres tú quien hablas, mientras ellos callan? -Yo soy el más viejo de todos, me contestó. -No, le repliqué; muchos te aventajan en edad. -Yo soy el más antiguo del Oratorio, replicó Domingo, porque he sido el primero en dejar el mundo para ir a la otra vida. Además: Legatione Dei fungor (cumplo una misión de Dios). Esta respuesta me indicaba el motivo de la visión. Domingo Savio hacía las veces de embajador de Dios. -Entonces, le dije, hablemos de lo que en este instante más me importa. -Sí y pregúntame pronto lo que deseas saber. Las horas pasan y se podría acabar el tiempo que se me ha concedido para hablarte y después no me verías más. -Según parece >>tienes algún asunto de importancia que comunicarme? ->>Qué puedo decirte yo, mísera criatura?, dijo humildemente Domingo. He recibido de lo alto la misión de hablarte y por eso he venido. -Entonces, exclamé, háblame del pasado, del presente y del porvenir de nuestro Oratorio. Háblame de nuestros queridos hijos, háblame de mi Congregación. (**Es12.498**))
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