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alguno que pueda saberlo mientras no abandone esta
vida y se reúna con su Creador. Lo único que se
puede decir es que se goza de Dios; y esto es
todo.
Entretanto, recobrado ya plenamente de mi
primer aturdimiento, contemplaba absorto la
hermosura de Domingo Savio cuando le pregunté en
el tono de la mayor confianza:
->>Por qué llevas ese vestido tan blanco y
reluciente?
Calló Domingo, sin dar muestras de querer
contestar a mi pregunta y el coro comenzó a cantar
armoniosamente acompañado de todos los
instrumentos:
-Ipsi habuerunt lumbos praecinctos et
dealbaverunt stolas suas in sanguine Agni.
Cuando cesó el canto volví a preguntar:
->>Y por qué llevas a la cintura esa faja de
color rojo?
Tampoco esta vez quiso Savio responder a mi
pregunta y, mientras hacía un gesto como de
rehusar la contestación, don Víctor Alasonatti
cantó solo:
-Virgenes enim sunt, et sequuntur Agnum,
quocumque fierit.
Comprendí entonces que la faja de color de
sangre, era símbolo de los grandes sacrificios
hechos, de los violentos esfuerzos y casi del
martirio sufrido por conservar la virtud de la
pureza; y que, para mantenerse casto en la
presencia del Señor, hubiera estado pronto a dar
la vida, si las circuntancias así lo hubiesen
exigido; y que al mismo tiempo simbolizaba las
penitencias que libran al alma de la mancha de la
culpa. La blancura y esplendor de la túnica
representaban la conservación de la inocencia
bautismal.
Yo, entretanto, atraído por aquellos cantos y
al contemplar todas aquellas falanges de jóvenes
celestiales que seguían a Domingo Savio, pregunté
a éste:
->>Y quiénes son ésos que te siguen?
Y dirigiéndome a ellos les dije:
->>Cómo es que tenéis ese aspecto tan
refulgente?
((**It12.591**)) Savio
continuó callado mientras todos aquellos jóvenes
comenzaron a cantar:
-Hi sunt sicut Angeli Dei in coelo.
Por mi parte me di cuenta de que Domingo gozaba
de cierta preeminencia entre los demás, que se
mantenían a respetuosa distancia detrás de él,
como a unos diez pasos; por eso le dije:
-Dime, Domingo, siendo tú el más joven de los
que veo aquí y de los que han muerto en nuestras
casas, >>por qué vas delante de ellos y les
precedes? >>Por qué eres tú quien hablas, mientras
ellos callan?
-Yo soy el más viejo de todos, me contestó.
-No, le repliqué; muchos te aventajan en edad.
-Yo soy el más antiguo del Oratorio, replicó
Domingo, porque he sido el primero en dejar el
mundo para ir a la otra vida. Además: Legatione
Dei fungor (cumplo una misión de Dios).
Esta respuesta me indicaba el motivo de la
visión. Domingo Savio hacía las veces de embajador
de Dios.
-Entonces, le dije, hablemos de lo que en este
instante más me importa.
-Sí y pregúntame pronto lo que deseas saber.
Las horas pasan y se podría acabar el tiempo que
se me ha concedido para hablarte y después no me
verías más.
-Según parece >>tienes algún asunto de
importancia que comunicarme?
->>Qué puedo decirte yo, mísera criatura?, dijo
humildemente Domingo. He recibido de lo alto la
misión de hablarte y por eso he venido.
-Entonces, exclamé, háblame del pasado, del
presente y del porvenir de nuestro Oratorio.
Háblame de nuestros queridos hijos, háblame de mi
Congregación.
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