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((**Es12.490**) El joven aterrorizado contestó: -No me puedo disculpar, todo lo que me ha dicho es verdad. Quedó silencioso un instante y siguió: -No tengo nada que decir, sino que soy gravísimamente culpable. Si me quiere perdonar y tenerme todavía en casa, tenga la seguridad de que verá en mí un cambio absoluto; si me quiere echar, no puedo quejarme. Y como don Bosco le dejaba hablar ((**It12.581**)) y callaba, también se calló el joven, quedándose en silencio durante unos instantes; después, de repente rompió a llorar, se arrodilló a los pies de don Bosco y añadió: -íSí, perdóneme! Yo necesitaba este golpe; desgraciadamente no estaba en regla con Dios. Aun cuando quiera despedirme de casa, permita que antes arregle las cosas de mi conciencia y no me eche de esa manera... íNo, por favor; haga la prueba de detenerme todavía y ya verá cómo repararé el daño que he causado en el Oratorio con mi escándalo! Don Bosco le contestó: -Cuando empezaste a hablar, al ver que sólo reconocías el mal y prometías enmendarte, declarando que estabas dispuesto a quedarte aquí o a marcharte, temí que fuese esto un engaño del demonio y que no perseverarías. Pero ahora que veo tu buena voluntad de arreglar las cosas de tu alma y de reparar el escándalo con el buen ejemplo, esto me mueve a escuchar sin dificultad tu ruego. Por ahora puedes quedarte con nosotros. Tocóle después el turno al estudiante, al que dijo don Bosco: -Tú, a partir de tal fecha, has hecho mucho daño en la casa. La única salida que te queda para que te perdone, es que me cuentes de pe a pa todo lo que has hecho, sin ocultarme nada. Aquel desgraciado manifestó sus desórdenes, pero sólo a medias, y sin declarar las cosas más graves. Don Bosco le hizo algunas observaciones; pero como él trataba de disculparse con la mentira, don Bosco cortó la conversación, lo despidió y envió un papelito a don José Lazzero diciéndole que a la mañana siguiente lo despidiese del Oratorio. Secretamente fueron llamados muchos otros por don Bosco a su cuarto. Aquellas revelaciones hacían mucho bien. A veces, la inesperada lección transformaba súbitamente al individuo. Además, el conocimiento de que el ojo del Superior penetraba hasta los más recónditos secretos, tenía en jaque a toda la comunidad. (**Es12.490**))
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