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No ha mucho que uno, entre otros, ligado hacía
cuatro años con las sagradas órdenes, llevaba una
vida pésima y estaba verdaderamente en la
antecámara del infierno. Acudió a don Bosco y le
confió lo que le pasaba. Don Bosco le dijo:
-Dejemos de lado la teología, la moral, la
mística, la ascética; contéstame sinceramente:
>>tienes devoción a María?
-Si he de decir la verdad, me contestó, nunca
he pensado en ello seriamente.
-Entonces reza mañana y tarde tres avemarías y
repite a menudo, especialmente en los peligros,
esta jaculatoria: María Auxilium Christianorum,
ora pro me.
Prometió hacerlo y se fue. Unos años más tarde
nos encontramos por casualidad, manifestó su gran
alegría al verme y me dijo que desde el día en que
me había confiado el estado de su conciencia,
había vivido siempre con el corazón tranquilo.
-Usted tiene un buen medio, me dijo, para
curar. Recomiende siempre la devoción a la Virgen.
Especialmente a los que empiezan a entregarse al
servicio de Dios incúlqueles que se recomienden a
la Virgen para que los libre de los peligros.
En efecto, con la ayuda de María se puede todo,
con Ella se obtiene cualquier favor. Es la
omnipotente por gracia, y nosotros hemos de
invocarla a cada instante; Ella nos dará la fuerza
necesaria para vencer todos los enemigos de
nuestras almas.
Espero que seáis devotos de esta estatua y que
evitéis toda burla, conversación y lectura, que
pueda desagradar a nuestra Madre María y a su
Divino Hijo. Así ella os otorgará las gracias y
bendiciones que yo os deseo de todo corazón.
Mientras tanto, os encomiendo que tengáis a
bien decir a María Santísima que se digne ayudar a
don Bosco, que tiene mucho que hacer y es ((**It12.579**))
responsable de vuestras almas y de la suya ante el
Señor. Con la devoción a María Santísima
viviremos, así lo espero, y moriremos todos
santamente e iremos a gozar eternamente con Ella
en el cielo.
Concluida la conferencia, don Bosco se quitó
los ornamentos, se sentó con los Superiores frente
al altar improvisado y asistió a la veladita.
Estaba también presente el hermano Conceptino, que
debía salir para Roma al día siguiente. Después de
repetir el himno, se leyeron discursos y poesías
en latín, en italiano, en francés y en alemán. Un
grupo de clérigos cantó el Ave María en chino, que
les había enseñado un antiguo alumno de las
escuelas apostólicas de Turín. Antes de retirarse,
don Bosco visitó detalladamente la sala; su ojo
sagaz, al que nada escapaba, encontró que las
luces de gas no estaban bien distribuidas e indicó
cómo había que colocarlas, para que llegase luz
suficiente a todas partes.
Solíanse dar cada semana calificaciones de
conducta también a los clérigos; y don Bosco pedía
a principios del año escolar que se las llevaran a
su cuarto para examinarlas. Estas calificaciones
se volvieron a dar ocho días después de la
ceremonia descrita. No todas eran satisfactorias.
Don Bosco mismo avisó a los que no hubieron
obtenido óptime, y lo hizo con una sola palabrita
después de la confesión:
-Mira, tienes mala calificación de conducta por
este y por aquel motivo; procura enmendarte.
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