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((**Es12.483**) tan dócil y tan bueno. Vino a verme la víspera de la novena de la Inmaculada Concepción y tuvo conmigo un diálogo, que está impreso en su Vida, aunque bastante más breve, y que muchos ya habrán leído y los demás pueden leer. El diálogo fue muy largo. Me dijo: -Yo sé que la Virgen concede un gran número de gracias a quien hace bien sus novenas. ->>Y tú qué quieres hacer en esta novena en honor de la Virgen?, le pregunté. -Quisiera hacer muchas cosas. ->>Por ejemplo...? -Ante todo quiero hacer una confesión general de mi vida, para tener bien preparada mi alma. Luego procuraré cumplir exactamente las florecillas, que para cada día de la novena se darán el día anterior. Quisiera además portarme de manera que pueda cada mañana recibir la santa comunión. Y se calló, pero como uno que no ha acabado todavía lo que quiere decir. -Y >>no tienes nada más?, seguí preguntándole. -Sí, tengo una cosa. ->>Cual es? -Quiero declarar guerra a muerte al pecado mortal. ->>Y qué más? -Quiero pedirle mucho, mucho a la Santísima Virgen y al Señor, que me manden la muerte antes que dejarme caer en un pecado venial contra la modestia. Diome a continuación un papelito en el que había escrito: <>. Y mantuvo sus promesas, porque la Santísima Virgen le ayudaba. Y él, mis queridos hijos, tenía vuestra misma edad, era de carne y hueso como nosotros, tenía las mismas malas inclinaciones que tenemos nosotros, vivía en estos mismos lugares, se había educado en el mismo Oratorio que vosotros, estudiaba en la misma sala y en las mismas aulas, dormía en vuestros dormitorios, comía el mismo pan que coméis vosotros; únicamente era algo mejor que nosotros y nos dejó un buen ejemplo. No quiero ahora decir con esto que tengáis que hacer todos la confesión general. No; no quiero decir eso. Pero, si alguno lo ((**It12.573**)) necesitase, si recordara un pecado que no ha confesado todavía en su vida pasada, le exhorto a que vaya a confesarse; y si ésta fuese una culpa grave, entonces tiene que comenzar desde su última confesión bien hecha y, uno tras otro, confesar todos los pecados, confesados y no confesados, hasta el presente. Alguno se queja de que siempre tiene que decir las mismas desobediencias, los mismos enfados mal reprimidos, las mismas pérdidas de tiempo, los mismos malos pensamientos no apartados enseguida, los mismos chistes y aún conversaciones y obras. En conclusión, confesiones y pecados, pecados y confesiones. Examine éste un poco su vida desde la última confesión. >>Ha alcanzado algún provecho? El árbol se conoce por los frutos que da. Si advierte que ha hecho algún progreso, siga adelante en el bien; pero si no ha hecho ningún progreso, reconozca que las confesiones no dan fruto, no son buenas; que la culpa procede de él mismo y trate de enmendarse, repasando bien su conciencia, haciendo una confesión general y después entréguese con todas sus fuerzas a mejorar su conducta en adelante. Sin embargo, estaría muy bien que, si no todos, muchos por lo menos hiciesen esta confesión general. Tendría yo mucho que decir en torno a las disposiciones y a la manera de hacerla, pero acostumbro resumirlo todo con estas palabras: -Supónte (**Es12.483**))
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