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((**Es12.479**) me hago peor y he terminado por dejar la confesión. Por eso, de hoy en adelante quiero seguir su consejo y acercarme a menudo a la santa comunión. Y se confesó con san Vicente, hizo bien sus cosas, empezó una buena vida y poco a poco tornó a frecuentar cada vez más los sacramentos y volvió a ser la piadosa persona que era antes. Yo os recomiendo lo mismo. Todos necesitan la comunión; los buenos para mantenerse buenos y los malos para hacerse buenos; y así adquiriréis la verdadera sabiduría, que viene del Señor. Así, pues, os repito: huid del ocio, huid del pecado, confesión frecuente, comunión frecuente. Y buenas noches. Al principio de cada curso escolar los educadores avisados se ven obligados a comprobar con gran dolor que las vacaciones hacen siempre sus víctimas. Hay jóvenes, a quienes los malos compañeros u otras peligrosas ocasiones transforman desgraciadamente en otros distintos de los de antes. Por eso, si se quiere prevenir el escándalo e infundir un saludable temor en los no bien intencionados, ((**It12.568**)) es preciso hacer violencia al propio corazón y dar algún solemne escarmiento. Esta profilaxis entraba de lleno en el método de don Bosco; en efecto, en el mes de noviembre, fueron despedidos del Oratorio tres de los mayores del quinto curso de bachillerato, donde se manifestaban síntomas poco alentadores. íCon cuántas súplicas intentaron los incautos hacer revocar la sentencia! Uno, de Palazzolo sull'Olio, después de haber hablado con don Bosco, fue a echarse a los pies del buen vicedirector don José Lazzero, en cuyas manos había quedado la decisión. Rogó, suplicó que lo dejara seguir como estudiante, como aprendiz, como fámulo o criado en la casa, protestando que estaba dispuesto a todo lo que quisiesen los Superiores, con tal de seguir en el Oratorio. íCuántas lágrimas derramó, cuántas razones adujo para conmover al Superior! Acudió después al despacho del Prefecto de los externos, el padre Bologna, y renovó ante él la escena. En vista de que parecía sinceramente arrepentido, se acabó por enviarlo a Lanzo. El segundo, natural de Trinit…, salió; pero volvió a los pocos días con los padres, y allí fueron los llantos y los ayes. El padre, persona culta y sensata, estaba como fuera de sí al ver expulsado a su hijo en aquella edad y corrió peligro de caer enfermo porque se negaba a comer. Prevaleció la compasión, y el muchacho fue enviado a Borgo San Martino, previo aviso a aquel Director de los antecedentes. El tercero, natural de Busca, estuvo algún tiempo en su casa, escribió inútilmente algunas cartas y reapareció medio desesperado en compañía de los suyos. Se le concedió ir a Alassio, pero con la condición de que no hubiese reducción en la pensión. (**Es12.479**))
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