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primer paso en falso después de una desgracia. Es
un gran paso en falso y fatal el de aquellos que,
si les sucede una desgracia, ((**It12.565**))
cambian de confesor. No encuentro nada que haga
más daño, porque aquí no se trata únicamente de
recibir la absolución, sino que se trata de
dirección. Cualquier confesor podrá daros la
absolución, pero >>cómo queréis que os dirija
aquél, a quien decís sólo las cosas ordinarias y,
si hay algo más grave, no se lo decís? >>Qué
juicio podrá formarse de ciertas faltas, que, por
no saber más, podrá tener por ligeras y, sin
embargo, son la causa de lo que ocultáis? >>Qué
remedios espirituales podrá daros, qué consejos
sugeriros, si creyéndoos como vosotros decís,
tomará por escrúpulo lo que es consentimiento, por
descuido lo que es consecuencia de lo que él
desconoce? >>Qué diríais de un enfermo, que
descubre al médico ordinario sólo una parte de la
enfermedad, pero no dice nada de donde está el
cáncer, la verdadera llaga? >>Habla de un poco de
cansancio que le oprime, de un ligero dolor de
cabeza, pero calla la mucha fiebre que tuvo ayer?
El médico le recetará alguna medicina para calmar,
pero mañana volverá la fiebre y el enfermo se va
al otro mundo. Escuchad: la mejor medicina para
curar en estos casos, el gran freno para no
incurrir en otras caídas es confesarse con el
confesor ordinario.
Por lo demás yo quisiera que todos vosotros,
jóvenes, clérigos y sacerdotes, no dejarais pasar
un solo día sin pedir al Señor, de una manera
especial, la gracia de poder conservar esta bella
virtud y singularmente después de comulgar o
celebrar la santa misa. Pedirla siempre como la
gracia más grande. Pidiéndola con mucha
insistencia, mientras tenemos en nosotros a Jesús
Sacramentado, casi me parece poder decir que el
Cuerpo de Jesús, la Sangre de Jesús se incorpora a
nosotros, se mezcla con nuestra sangre y no podrá
sucedernos nada desordenado.
Dignas de particular relieve son las <> del Día de los difuntos. Anunciada por
fin la reanudación de las clases, presentó y
explicó a sus muchachos los tres artículos
fundamentales de su programa educativo: la fuga
del pecado, la frecuente confesión y la frecuente
comunión. Resulta bonito ver la sosegada sencillez
y los términos perentorios con que enuncia cuál ha
sido siempre su pensamiento sobre la frecuencia en
la recepción de sacramentos, tema entonces muy
delicado.
Debo daros algunas noticias. Mañana empezará el
horario normal. Algunos ya se quejaban de que
había demasiado recreo, demasiados paseos y poco
estudio. Mañana, pues, todos contentos. Pero aún
os queda abundante tiempo de recreo y diviértase
en él cada uno cuanto pueda.
((**It12.566**)) Pero
no basta que comience el horario normal. Recordad
que habéis venido aquí para estudiar. Y, por
tanto, hace falta estudiar. Por lo que a mí me
toca, yo estudiaré mi papel, estudiad vosotros el
vuestro. Así, pues, a partir de mañana poned todo
el cuidado posible para huir del ocio y para huir
del pecado, dos cosas que necesariamente hay que
aprender. íSi supierais qué precioso es el tiempo!
Dicen los sabios que el tiempo es un tesoro; por
consiguiente, quien pierde un minuto de tiempo,
pierde parte de este tesoro. Es preciso, pues,
aplicarnos a ello desde el principio con buena
voluntad, para que a fines del año no tengamos que
lamentarnos del tiempo perdido.
(**Es12.477**))
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