((**Es12.475**)
Manera elocuentísima ésta para indicar cómo
quien se pone en seguimiento de Jesucristo, tiene
que desapegarse de los padres.
Y además, yo diría a algunos: >>por qué pensar
a veces en el estado del que Dios nos ha sacado
por su misericordia? Decidme, os lo ruego,
queridos hijos míos: >>no nos encontramos aquí más
lejos de ciertas ocasiones de pecar, que tanto
abundan en el mundo?
-íAh, sí!
-Entonces, si queremos un lugar más apartado
del pecado, busquemos el Oratorio.
->>Cometo aquí todavía ciertos desórdenes, que
cometía cuando estaba en el mundo?
-íAh, no!
-Busquemos, pues, este sitio apartado, lejos de
las malas compañías.
->>No tengo aquí más oportunidad para practicar
el bien, para hacer visitas a la iglesia, para
hacer media hora de meditación, para acercarme a
los santos sacramentos?
-íOh, sí!
-Entonces si queremos salvar nuestra alma,
alejarla de los peligros, vayamos a nuestra
Congregación, que es un sitio retirado y defendido
del mundo y el ambiente más oportuno para
asegurarnos la vida eterna.
Pero cuando se está en la Congregación, tenemos
que guardarnos de perder la vocación, de salir del
camino empezado.
((**It12.563**)) ->>Y
se puede perder la vocación?, preguntará alguien.
-Claro que se puede perder, respondo. La
vocación es una perla preciosa. Es la perla del
Evangelio; un hombre la busca, la encuentra; y
vende todo lo que tiene para comprarla. Si uno
tiene una perla, o un diamante, lo guarda bien
para no perderlo. Si el que tiene esta hermosa
joya, se fuera a la orilla del mar y la lanzara a
las olas o la pusiera bajo los pies y la pisoteara
llenándola de barro y, por ser tan pequeña, la
metiese entre la arena o la tierra, o la arrojase
dentro de una profunda charca, donde se perdiese
entre el lodo, esta brillante piedra desaparecería
y ya no se cuidaría nadie de ella por haber
perdido culpablemente su propia riqueza. Así
debemos procurar apreciar nuestra vocación, que
los Santos Padres llaman perla escondida en la
religión y que se encuentra en el religioso, que
guarda bien sus Reglas. Seríamos objeto de
indignación para Dios, si la desperdiciáramos,
pues sería como despreciar el tesoro más precioso.
Debemos también amar mucho la vida retirada. No
sólo no desperdiciar nuestra perla, sino
guardarnos de exponerla de cara al mundo, y
tenerla custodiada para no perderla. Si uno
tuviere una moneda de plata o de oro de gran valor
y fuera a una plaza y empezase a gritar:
-íMirad qué cosa más hermosa tengo!
Inmediatamente intentaría hacerse con ella algún
ladrón o ratero. En cambio, si no dice nada a
ninguno y la esconde celosamente, nadie se entera
y puede estar tranquilo. No corre ningún peligro
de perder su pequeño tesoro. Depraedari desiderat,
qui thesaurum publice portat in via. Así debemos
hacer nosotros: tener bien guardada nuestra
vocación religiosa, para que el demonio, que no
busca más que nuestra perdición, no tenga ocasión
de hacérnosla perder. No pedir consejo acá y allá,
no manifestarla a quien podría disuadirnos. Sería
preciso a veces ocultarla a nuestros mismos
padres, si fuese posible, especialmente cuando se
trata de tomar nuestra deliberación, porque
inimici hominis domestici eius. Pero, sobre todo,
no ser mundanos y amigos de las aficiones
sensibles y de casa.
(**Es12.475**))
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