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dichosos siempre que podamos favorecer con nuestro
periódico sus trabajos verdaderamente
apostólicos>>.
Conviene, sin embargo, hacer notar que el
desafortunado artículo, aunque lo firmaba <>, había sido escrito, a lo que parece,
por don José Persi, que se hospedó en el Oratorio
como predicador, pero que no era salesiano. Para
decirlo todo, añadiremos que aquello de estrechar
la mano a los Ministros, puesto repetidas veces de
relieve por el órgano ministerial, dio que decir a
algunos 1. ((**It12.551**)) Pero
ninguna ley divina o humana prohibía a don Bosco
hacer lo que hizo. En fin de cuentas se trataba de
Ministros del legítimo Soberano; Zanardelli,
además, representaba al Príncipe Amadeo de Saboya,
que hubiera debido asistir, pero no lo hizo,
realmente impedido por una enfermedad diplomática,
como se colige por la prensa de la oposición.
Tampoco se puede honradamente afirmar que la
fiesta tuviera ningún tinte antirreligioso. Por
otra parte, >>podía don Bosco negarse a abrir su
colegio, con peligro de gravísimos daños? Y,
aceptada la invitación, >>no tenía que hacer el
oportuno recibimiento? El no podía recurrir a
enfermedades diplomáticas, para no poner en un
brete a sus jóvenes salesianos, expuestos a un
encuentro en el que solamente su prudencia sabría
responder adecuadamente a preguntas imprevistas,
embarazosas y comprometedoras.
Don Bosco se mostró muy contrario a aquel
disparatado artículo y tenía motivo para ello. A
quien ignorase que él nunca había tomado parte en
polémicas en los diarios, podía fácilmente
ocurrírsele pensar que el escritor había hecho
aquello por orden o inspiración suya, cuando él
era totalmente ajeno al asunto. Remachó su
principio sobre las polémicas en los periódicos:
-Es la manera de perpetuar los disgustos;
siempre se acaba con el descontento por ambas
partes; se convierten en gigantescas cosas que de
suyo son pequeñísimas, y se propala a todo el
mundo lo que debería permanecer oculto 2.
Es más, en aquella ocasión quiso abundar en
precauciones; pues, para cortar por lo sano las
habladurías, ni siquiera permitió que se
imprimiese el himno original de Lemoyne para la
ocasión y puesto en música por Dogliani. Decía que
había sido excesiva la publicidad sobre los
sucesos ((**It12.552**)) de
Lanzo; y demasiadas las interpretaciones
1 Así, por ejemplo, en el mismo número del 23
de agosto uno, que se firmaba <>, decía con evidente
alusión: <>
2 Crónica de don Julio Barberis, 15 de agosto
de 1876. El cronista ha juntado bajo esta fecha
dos cosas que son de fecha posterior.
(**Es12.466**))
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