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intención; fingió haberle enviado después de su
reaparición un <> y haber recibido
por cortés respuesta la notificación de que, a fin
de <>, él
se proponía hacerse en el futuro <> y <>.
Anunciaba después que la colaboración empezaría
narrando <>, donde sarcásticamente tenía esperanza de
que él <> y <> sacerdotal hablaría de muchos
personajes, abogados, procuradores,
administradores, todos ellos mezclados en no
sabríamos qué sucio negocio. En nombre del público
el director daba las gracias <> y esperaba ansiosamente <>.
Era una insinuación maliciosa y nada más; pero
afligió amargament el caritativo corazón de don
Bosco. El abogado Luis Succi, fallecido de repente
a primeros del año anterior, había dejado al
Siervo de Dios en un molesto brete. Don Bosco
había salido fiador ante un banco para que le
prestara cuarenta mil liras, y lo había hecho de
muy buen grado, porque sabía que era lo
suficientemente adinerado, aunque en aquel momento
no le bastaba el efectivo que tenía en mano, y
también porque le debía muchos beneficios. Era de
justicia que los herederos, satisficieran el
empeño del difunto; pero, agarrándose a argumentos
capciosos, dieron marcha ((**It12.544**)) atrás.
Don Bosco, por tanto, se vio obligado a hacer
honor a su firma. No nos importa saber las
maniobras e intrigas de la codicia ajena en torno
a aquella herencia; baste decir aquí que la
intención de herir aviesamente la reputación de
don Bosco, como si hubiese tomado parte en grandes
latrocinios, no pasó de aquella fraudulenta, si
bien inaceptable insinuación genérica, pero
suficiente para desacreditarle ante tantos
lectores, que no estaban en condiciones de conocer
las artimañas ni de poner en claro la verdad.
El periódico turinés volvió a entremeterse en
los asuntos de don Bosco mes y medio después. En
el ínterin una clamorosa medida fiscal le hubiera
tapado la boca, pero reapareció con otro título.
Desde el primer número de mayo se tituló La
Lanterna del Ficcanaso (El Farol del Buscavidas).
Y en cuanto a lo demás, no hubo ningún cambio. Por
aquellos días se encontraba don Bosco en Roma. El
número dos del año I, 6-7 de mayo, le atacó en dos
artículos, cuyo contenido extraemos, quitando la
envoltura zafia y blasfema del lenguaje.
El primer artículo se titulaba: <>. Había en él una de esas confusiones en las
que suelen incurrir los periodistas profanos,
cuando escriben sobre temas eclesiásticos. En el
mundo
(**Es12.460**))
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