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-Pues bien, le contestó don Bosco; si así lo
deseas, sea como tú pides.
Enseguida sintió el pobre Sala que le dolía
muchísimo la cabeza y en cambio don Bosco se
encontró completamente libre.
La ansiedad de noticias sobre los misioneros
tenía en vilo en el Oratorio a los muchachos y a
los hermanos. Don Bosco satisfizo la curiosidad
general en las <> del día 17.
((**It12.532**)) Subió
a la cátedra, pareció al principio querer andarse
por las ramas; pero lo hacía con toda intención,
para ganarse más la expectación y la atención.
>>Y por qué, gozando de un fresco tan agradable
ahí fuera bajo los pórticos, os habéis encerrado
aquí dentro para rezar las oraciones en este
locutorio y tan apretados uno contra otro como
para quedar ahogados? >>Quién sería capaz de
explicarmelo? Alguien me contesta:
-Mientras se trate de un poco de fresco, bien
esta; pero cuando este fresco cambia en frío es
harina de otro costal y me molesta.
íBueno, bueno! Tómese también con paciencia un
poco de frío, aunque todavía no sea el tiempo tan
riguroso y espero que no llegue a ser tal. Además
aquí hace frío, pues nos defienden gruesas
paredes. En el comedor, con los muchos que sois,
con la sopa y una buena botella (de vino blanco,
muy blanco: dijo una voz con una ligera risa de
los vecinos) os calentáis bastante y enseguida. Y
cuando os metéis en cama, >>también os calentáis?
íSí que os calentáis! Y lo celebro, porque deseo
que tengáis todo lo necesario para que nunca
sufráis. Y, si todavía hubiese que sentir alguna
ráfaga de viento, alguna molestia propia de la
época, somos bastante cristianos para hacer un
ofrecimiento al Señor. Pero pasemos a otro tema,
que sera mas interesante.
He acompañado a los misioneros a Roma y he
podido hablar varias veces con el Sumo Pontífice.
Me ha pedido noticias de todo y de todos y yo le
di los informes que me pidió; le dije el número de
los que vistieron la sotana y el de los que
todavía no la vistieron, pero que son muy buenos.
Le dije que todos, quién mas quién menos, os
acercáis en santidad a san Luis. Entonces me
preguntó el Padre Santo:
->>Pero, no hay ningún indomable entre vuestros
jóvenes?
-íNo, le contesté, eso no; indomables no los
hay, pero tan buenos como san Luis, sí!
-Explicaos mejor, que no os entiendo, dijo el
Papa.
-Sí, repliqué; entre mis jóvenes hay muchos tan
santos como san Luis; pero yo, Padre Santo, cuento
lo que son y lo que tienen voluntad de ser.
-íAhora lo entiendo!, dijo el Padre Santo
sonriendo; y luego siguió diciendo: decid a
vuestros jóvenes que tengo puestas mis esperanzas
en ellos; que les doy la bendición apostólica con
todo el afecto de mi corazón.
Y yo os traigo ahora la bendición y os la doy
de su parte.
Desde Roma acompañé a los misioneros hasta
Génova. Hemos estado algunos días en
Sampierdarena, donde nos han tratado con toda
cortesía los de nuestra casa. íY la de líos que
hubo que resolver! A uno le faltaba una formalidad
en el pasaporte, a otro el sombrero o el manteo, a
esotro camisas u otra cosa. Este se quejaba
((**It12.533**)) de no
encontrar una maleta, aquél de haber dejado unos
libros en Turín; había, en
(**Es12.451**))
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