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Nicolás ((**It12.514**)) se
abrió, además, una iglesia pública, con oratorio
festivo; y también aquí ha sido tanta la
abundancia de la mies, que los salesianos idos
allá, se ven insuficientes para tanto trabajo y
suplican que se les envíen otros ayudantes.
San Nicolás está situado en los límites de la
provincia de Buenos Aires, a poca distancia de los
salvajes, y quiso el Señor que, entre los muchos
jóvenes que pidieron ingresar en el colegio,
hubiese algunos de las familias de los salvajes.
Esto era el logro de uno de nuestros más ardientes
deseos, al ir a aquellas apartadísimas regiones; a
saber, abrirnos camino poco a poco, para penetrar
en las tierras de los salvajes. Ahora parece
abierto este camino, pues, una vez educados estos
jovencitos salvajes en la religión cristiana,
ellos mismos irán a enseñar la fe en Jesucristo a
aquellas tribus de donde proceden, y se verá
realizado el proyecto de los salvajes
evangelizadores de los mismos salvajes.
Mientras se trabajaba en Buenos Aires y en San
Nicolás de este modo, se esparció por América la
noticia de la llegada de los salesianos. Como las
necesidades espirituales son inmensas en aquellas
regiones y poquísimos los medios para remediarlas,
de todas partes se dirigieron a don Juan Cagliero,
Superior de los Salesianos, para obtener
misioneros, para abrir escuelas nocturnas,
oratorios festivos, albergues para muchachos
pobres, colegios, seminarios menores. Estas
peticiones salieron primero de diversas ciudades
de la misma República, tales como Córdoba y
Mendoza; después, de algunas ciudades de Chile,
para donde ya están muy avanzadas las
negociaciones en tres ciudades. En Santiago,
capital de la República, se nos ofrece una iglesia
pública, una casa para artes y oficios y un
colegio y oratorios festivos; lo mismo sucede en
Valparaíso y en Concepción, que es la última
ciudad de Chile próxima a los salvajes, donde nos
ofrecen la dirección del Seminario menor. Sólo
falta que vayan allí los misioneros a ocupar su
puesto; esperemos en la divina Providencia, que
pronto los tengamos, y que cuanto antes haremos la
tercera expedición.
Pero, entre tanto, se ve en Montevideo la
urgencia de acudir en socorro de la juventud. Esta
ciudad es la capital de la República de Uruguay,
provincia pobladísima, donde no hay Seminario, ni
un colegio católico, ni un solo seminarista en
toda la República, y sin esperanza de que lo haya
en el porvenir. El Vicario Apostólico, monseñor
Vera, ha dirigido sus súplicas a don Juan
Cagliero, para que vea la manera de instalar un
colegio salesiano en aquella capital. Tras largas
gestiones, y superadas muchas dificultades y
oposiciones, puestas evidentemente por el demonio,
se ha podido concluir el asunto, y varias personas
cristianas distinguidas y benévolas (que también
allí las hay), han puesto los ojos en un magnífico
edificio, que podía valer para el caso, en un
delicioso suburbio de la ciudad, llamado Villa
Colón; lo compraron y lo regalaron a los nuestros
con la única obligación de recibir, instruir y
educar a los jóvenes que nos envíe la Providencia.
Y ahí tenéis que una parte de los misioneros que
ahora parten, van destinados precisamente a abrir
ese colegio, el único católico en dicha ((**It12.515**))
República, que se ha llamado Colegio Pío, para
recordar el paso por aquel lugar del gran
Pontífice Pío IX, cuando en 1823 fue a Chile como
encargado por la Santa Sede.
Además, en el momento en que os hablo, se
cumple o está para cumplirse otro gran
acontecimiento. Los salvajes de Patagonia, hombres
feroces, que hasta ahora no permitieron que ningún
europeo penetrara en sus tierras, habiendo oído
hablar de unos misioneros, cuyo único fin es
educar a la juventud e instruir y socorrer a los
menesterosos, se convencieron ellos también de que
estos hombres harían bien y no mal a sus tribus y
enviaron emisarios para invitar a don Juan
Cagliero. íCosa admirable! Mientras se está a
punto de abrir una casa por una parte en Dolores,
que es la
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