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mil amores todo lo que podemos por su bien; que no
queremos anular su Instituto, sino conservarlo,
perfeccionarlo y ayudarlo a crecer. Cualquier cosa
que el Padre Santo disponga con respecto a esto,
estén convencidos de que no tenemos más intención,
que la de secundar sus deseos. Nosotros no
queremos introducir novedades, sino únicamente
consolidar lo que ya está establecido.
Después de lo cual el religioso se retiró.
Abierta la sesión del Capítulo, don Bosco hizo
una amplia exposición del asunto. Y, puesto que se
escribieron sus palabras 1, nos ahorramos hacer
con ellas nuestra narración y preferimos que los
lectores oigan a don Bosco mismo. El habló de esta
manera:
-El gran mal de los Conceptinos está en que
((**It12.503**)) nunca
tuvieron un noviciado regular. Tienen sus reglas y
me parecen estupendas; pero no las cumplieron
nunca. Ingresaron e ingresan personas, que, de
mucho tiempo atrás, llevaban gangrena en la
conciencia, y ellos, con tal de que presenten un
certificado de buena conducta del párroco, los
aceptan. Es imposible que una Congregación hecha
así pueda prosperar. Nosotros podíamos prescindir
de un noviciado regular, porque no recibíamos
nunca a ningún extraño, sino siempre a jóvenes
bien conocidos a lo largo de algunos años, y
criados, puede decirse, bajo nuestros ojos; pero
ahora también empiezan a venir a nuestra
Congregación forasteros, y de ahí la necesidad
también para nosotros de poner un noviciado
regular, sin el cual no podríamos ir adelante.
-Ahora lo que temen es que vayamos nosotros
allá y los hagamos salesianos, destruyendo su
Instituto; por eso piden que se respete su
autonomía absoluta, con sus superiores
independientes; en resumidas cuentas, querrían que
nosotros no fuéramos más que superiores de nombre
y casi diría sus capellanes. A ello los instigan
los capuchinos, diciéndoles: -Ya no nos queréis a
nosotros; pues bien, he ahí que irá don Bosco y
vosotros, que no queréis ser franciscanos, os
veréis obligados a haceros salesianos. El os hará
andar derechos, pondrá nuevas reglas, etc. Y esto
nos lo dice monseñor Fiorani y los mismos
Conceptinos lo apuntan en la carta, que dirigen a
este Hermano suyo, autorizándole para tratar
conmigo. Yo contesté que se les deja su autonomía,
y que nosotros únicamente tenemos autoridad
absoluta en las cuestiones de dirección,
administración y moral.
->>Pero qué nos deja?, me han preguntado.
-El fin del Instituto, el hábito, el nombre,
etc.
-La cuestión, en sus verdaderos términos,
consiste en esto. Los
1 Crónica de don Julio Barberis, 27 de
noviembre de 1876.
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