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más las proposiciones de los de Ariccia,
formuladas por el Príncipe Chigi de Campamagnano,
y haré de modo que el próximo curso escolar estén
instalados los maestros en su puesto.
Para secundar, pues, los siempre venerados
deseos del Padre Santo, hoy mismo he escrito
afirmativamente al señor Cardenal Di Pietro
respecto al bachillerato de Albano. Se requerirían
sólo dos profesores titulados, teniendo en cuenta
el reducido número de alumnos, pero, dado el
carácter de aquellas escuelas de bachillerato
público, es necesario añadir no menos de cuatro
profesores, para evitar el peligro de gravámenes,
que debemos procurar evitar; éste es el sentido
del proyecto, que hoy mismo he enviado al
Eminentísimo Cardenal Di Pietro.
Estos mis salesianos, al marchar al lugar
establecido, van a Roma con el ardoroso deseo de
poder recibir la bendición del Padre Santo antes
de empezar el curso escolar, y también hacer una
breve visita a V. E. como legítimo testimonio de
respeto y gran aprecio.
Y ya que Vuestra Excelencia se muestra tan
benévolo con nosotros, ruégole también suplique al
Padre Santo tenga a bien enviar su apostólica
bendición a todos los salesianos y especialmente a
las tres casas que se abrirán en el próximo
septiembre: una en la ciudad de Trinit… en
Mondoví, otra en Lanzo y la tercera en
Biella.Dispense por último la confianza con que he
escrito, asegurándole que elevaremos oraciones a
Dios por su preciosa salud, mientras me cabe el
alto honor de poderme profesar
De V. E. Rvma.
Turín, 26 de agosto de 1876.
JUAN BOSCO, Pbro.
((**It12.489**)) Otro
Obispo suburbicario, el cardenal Luis Bilio,
barnabita piamontés, quiso que don Bosco le
proporcionase dos profesores salesianos para el
seminario de Magliano, en su diócesis de Sabina.
Los seminaristas eran muy pocos, y esperaba el
Cardenal que la presencia de los salesianos
atraería mayor número. Don Bosco difirió la
respuesta; por fin, se cargó también con este
sacrificio de personal, sabedor de que podía
contar con el celo de los hermanos, a los que
nunca parecía demasiado cuando se trataba de
trabajar.
En la elección del personal para las tres
nuevas residencias el hombre conocedor del mundo
hizo presente a los Capitulares que, en ciertas
partes de Italia, se miraba mucho a las cualidades
exteriores de la persona, de suerte que una buena
presencia era ya allí una valiosa recomendación.
Sin embargo, no dio exagerada importancia a esta
consideración secundaria, que, en efecto, no le
impidió enviar allá también en los años sucesivos
a alguno de los imberbes jovencitos por él
formados y capaces de dominar masas juveniles no
sólo en los oratorios festivos, sino también en
las escuelas. Uno de ellos fue el clérigo Picollo.
Cuando don Bosco lo envió a Ariccia en 1878, tenía
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