((**Es12.403**)
-Si hay uno que sienta su pérdida, ése soy yo,
que experimenté su caridad más que nadie. No había
nada que él pudiese hacer por nosotros y no lo
hiciese inmediatamente y de buena gana. Cuando
nosotros teníamos un apuro aquí en Lanzo, siempre
recurríamos a él. Sucedió más de una vez que nos
faltó el predicador en la víspera de los
ejercicios: se le invitaba a él y predicaba de
buen grado y con gran celo. Nos ayudaba también
económicamente, antes de comenzar su hospicio.
También yo, por mi parte, no recuerdo que el
Arcipreste deseara algo de nosotros y no lo
obtuviera. El haber aceptado nosotros el colegio
de Lanzo es en gran parte mérito suyo.
Especialmente ahora todo su afán se volcaba hacia
el oratorio festivo, lo que también nosotros
deseábamos ((**It12.474**))
muchísimo; es más, estaba ya designado quién de
nuestros sacerdotes iría a dirigirlo, a predicar,
a dar catecismo, y he aquí que, precisamente
mientras acababa de pintar la bóveda de la deseada
capilla, el Señor juzga llegado el momento de
darle la corona. Para Lanzo y para nosotros es
ciertamente una pérdida muy dolorosa.
Entonces fue cuando don Bosco contó de qué modo
se habían conocido muchos años antes. En 1844, en
momentos gravísimos para el Oratorio, vio un
domingo salir a su encuentro a un joven sacerdote,
que, después de los acostumbrados saludos, le
dijo:
-Oigo decir que usted necesita algún sacerdote
que le ayude a dar catecismo y llevar por el buen
camino a estos muchachos. Si usted cree que yo
puedo hacer algo, aquí me tiene; me ofrezco de muy
buena gana.
->>Cómo se llama?
-Teólogo Albert.
->>Ha predicado ya?
-Sí, alguna vez; pero si hace falta me preparo.
Y, si no hay que predicar, usted necesitará quien
le ayude a enseñar el catecismo, a escribir, a
copiar...
->>Ha predicado usted ya ejercicios
espirituales?
-Todavía no; pero si usted me da un poco de
tiempo, me pongo a ello.
-íBien! Está usted viendo que tengo un buen
grupo de jóvenes. Algunos de ellos están ya aquí
conmigo y otros más podrían venir, y me parece que
sería muy bueno darles ocasión para hacer los
ejercicios espirituales. Prepárese para tal fecha
y ya veremos.
Y él fue; don Bosco reunió unos veinte
muchachos, y aquéllos fueron los primeros
ejercicios que se dieron en el Oratorio. Desde
aquel día don Bosco y el Teólogo se mantuvieron
siempre en relación.
Expiró en la madrúgada del día 30. Tenía
cincuenta y seis años.
(**Es12.403**))
<Anterior: 12. 402><Siguiente: 12. 404>