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pero si están escondidos no, porque no nos damos
cuenta del mal que hacen y de cómo se multiplica
el veneno en sus corazones, y cuando se les
descubre apenas si hay ya tiempo para remediar el
mal que han ocasionado. Apréndete, pues, bien las
cosas que has de tener alejadas de la
Congregación; no olvides cuanto has oído, ordena
que se expliquen estas ((**It12.469**)) cosas
y que sean largamente comentadas. Si lo haces así,
puedes estar tranquilo sobre el porvenir de tu
Congregación, que las cosas prosperarán de día en
día.
Entonces le pedí a aquel personaje que para no
olvidar nada de cuanto me había dicho, me dejase
un poco de tiempo para poder escribir.
-Si quieres escribirlo, me dijo, inténtalo;
pero me temo que te falte el tiempo. Presta mucha
atención.
Mientras me decía estas cosas y yo me disponía
a escribir, me pareció oír un rumor confuso, una
agitación a mi alrededor. El suelo firme de aquel
campo parecía moverse. Entonces dirigí la vista a
mi alrededor para comprobar si había alguna
novedad y vi que los jóvenes que habían partido
poco antes, volvían de todas partes hacia mí
llenos de espanto; e inmediatamente después
percibí el mugido del toro y vi al mismo toro que
los perseguía. Al aparecer el animal, fue tal mi
terror que, al verlo, me desperté.
Os he referido este sueño antes de separarnos,
porque estoy bien persuadido de que sería una
excelente conclusión de ejercicios el que nosotros
permaneciéramos fieles a nuestro lema: Trabajo y
templanza; y que procurásemos evitar a todo trance
los cuatro clavos que causan las ruinas de las
Congregaciones. El vicio de la gula, el buscar las
propias comodidades, entregarse a las
murmuraciones y al ocio, a lo que habría que
añadir que cada uno se muestre siempre abierto,
claro, sincero con los propios superiores. De esta
manera proporcionaremos un gran bien a nuestras
almas y, al mismo tiempo, podremos salvar aquellas
otras que la divina Providencia confíe a nuestros
cuidados.
Don Bosco había anunciado y prometido en el
curso de la narración, que explicaría mejor el
último punto referente a la templanza, contando
una especie de apéndice o complemento del sueño;
pero después, al pasar a la segunda parte de su
relato, se olvidó de hacerlo. Al despertarse, como
dijo, impresionado por la súbita y nueva aparición
de la fiera, sintió deseos de conocer alguna cosa
más y logró su deseo apenas se quedó otra vez
dormido.
Lo que vio entonces lo contó más tarde en
Chieri. Don Joaquín Berto, que estaba presente, lo
escribió y se lo mandó a Lemoyne, el cual lo copió
para completar lo que ya tenía escrito.
Estaba deseoso de conocer los efectos de la
templanza y de la intemperancia y con este
pensamiento me fui a dormir; pero he aquí que,
apenas me quedé dormido, apareció de nuevo nuestro
personaje invitándome a seguirlo y a ver los
efectos de la templanza. Me condujo, pues,
((**It12.470**)) a un
amenísimo jardín, lleno de delicias y de flores de
todo género y especie. En él observé una gran
cantidad de rosas, las más
(**Es12.399**))
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