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Entonces el desconocido, que me había guiado y
me había aconsejado lo que tenía que hacer, tomó
de nuevo la palabra y me dijo:
-Mira, observa; ahora de momento no
comprenderás todo cuanto te voy a decir, pero,
presta atención: todo cuanto has visto es la mies
preparada para los salesianos. >>Has visto qué
campo tan inmenso por cultivar? Pues esta
extensión sin límites ante la cual te encuentras
es el campo reservado a tus hijos. Los salesianos
que has visto son los operarios de esta porción de
la viña del Señor. Muchos de los que trabajan en
ella te son conocidos. El horizonte se dilata ante
su vista y has visto aparecer ante ti mucha gente
para ti desconocida; esto quiere decir que no
solamente en este siglo sino también en el próximo
y en los siglos futuros, los salesianos
continuarán trabajando en su campo. Pero >>sabes
con qué condiciones se podrá conseguir lo que has
visto? Te lo voy a decir. Mira, es necesario que
hagas imprimir estas palabras que serán como
vuestro lema, como vuestra palabra de orden,
vuestro distintivo. Nótalo bien: El trabajo y la
templanza harán florecer a la Congregación
Salesiana. Harás explicar estas palabras, las
repetirás continuamente, insistirás en su
significado. Harás imprimir un manual que las
explique y haga comprender bien que el trabajo y
la ((**It12.467**))
templanza son la herencia que dejas a la
Congregación y, al mismo tiempo, su gloria.
Yo le respondí:
-Lo haré de mil amores; todo esto está muy de
acuerdo con el fin que nos hemos propuesto; es lo
mismo que recomiendo a mis hijos día a día y
siempre que se me presenta la ocasión.
->>Estás, pues, bien persuadido de ello? >>Me
has comprendido bien? Esta es la herencia que les
dejarás y di, con toda claridad, que mientras
sepan corresponder tendrán seguidores al mediodía,
al norte, al oriente y al occidente. Ahora termina
los ejercicios y encamínalos a su destino. Estos
serán los modelos, después vendrán los otros.
Y he aquí que aparecieron nuevamente los
ómnibus para conducirnos a todos a Turín. Yo
observaba atentamente y pude ver que eran unos
vehículos sui generis, extraños a más no poder.
Los nuestros comenzaron a subir a ellos; mas
aquellos ómnibus no tenían apoyo por ninguna parte
y yo me temía que los jóvenes se cayesen de ellos
y no quería dejarlos partir.
Pero el guía me dijo:
-Deja, deja que marchen; no necesitan apoyo,
basta que cumplan bien aquella máxima: Sobrii
estote et vigilate. Si se pone bien en práctica
esto, no hay peligro de caer, aunque no estén
apoyados en nada y la carroza siga su marcha.
CUARTA PARTE
Partieron, pues, y yo me quedé solo con el
desconocido.
-Ven, me dijo inmediatamente; ven, quiero que
veas lo más importante. Tendrás que aprenderlo
bien. >>Ves allá aquel carro?
-Sí, lo veo.
->>Sabes qué es?
-No lo veo bien.
-Si quieres verlo bien, acércate. >>Ves aquel
cartelón? Acércate, obsérvalo bien; sobre él
aparece un emblema; esto te lo explicará todo.
Yo me acerqué y vi pintados en aquel cartelón
cuatro clavos muy gruesos. Entonces me volví al
guía para decirle:
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