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es nuestro benignísimo Señor quien nos lo promete
y a cambio de lo poco en que seamos fieles, nos
promete lo mucho; y El mismo llama bienaventurados
a los que observan su ley, pues sabe cuán grande
será su premio. Y dice en otro lugar que un solo
vaso de agua fresca dado en su nombre será
recompensado. íAnimo, pues! Que la esperanza nos
sostenga cuando pudiera faltarnos la paciencia.
Al llegar aquí contó lo de aquel solitario que
en sus tribulaciones miraba al cielo por una
rendija, y esto le bastaba para estar siempre
alegre y satisfecho. A uno que le preguntó, le
dijo:
-Por esa rendija me llega todo mi consuelo.
((**It12.459**)) Ahora
haría falta una virtud, que abarcara las dos
primeras y las mantuviera unidas. Esta virtud es
la obediencia. Pocas cosas os diré, pues ya se ha
leído durante estos Ejercicios el tratado de la
obediencia del Padre Rodríguez y además se habló
de ella en algún sermón.
Yo recomiendo mucho que se tenga paciencia para
obedecer, y quisiera que cuando no se desease
guardar esta obediencia, cuando nuestra cabeza
quisiera estar lejos de la obediencia, mirásemos
al cielo y tomáramos por las buenas la esperanza.
La obediencia bien mantenida es el alma de las
Congregaciones religiosas; es la que las tiene
unidas. Cuánto bien puede hacerse cuando muchos
miembros dependen todos en absoluto de uno solo,
el cual, por razón misma de su posición, tiene
vistas muy amplias, tiene visión perfecta de lo
que marcha bien y conviene hacer y dice a uno:
-Estáte aquí; y él se está; haz esto, y él lo
hace; ve allá y se pone rápidamente en camino. El
bien se multiplica, y es un bien que no puede
hacerse, si no hay obediencia absoluta.
Reporta, además, otro gran bien la obediencia.
Aumenta el mérito de todas las acciones; hablo de
las acciones manuales. Puede uno servir para poco
o para nada; pues bien, se coloca bajo la
obediencia, le pone el Superior a barrer o a hacer
de cocinero y entonces puede tener el mérito del
que todo el día se ocupa y trabaja en el púlpito,
en el confesonario o en una cátedra dedicado a la
enseñanza. Este es un gran bien que produce la
obediencia. Acepte cada cual con paciencia el
cargo que tiene, cúmplalo lo mejor que pueda y no
se preocupe de nada más; el Señor lo recibe bien y
lo bendice.
Tengo todavía un pensamiento, que quisiera
recomendaros muy encarecidamente. Este pensamiento
será el que anudará los tres primeros. Consiste en
hacer bien el ejercicio de la buena muerte; es
decir, consagrar verdaderamente un día cada mes,
para que en él, dando de lado, por cuanto sea
posible, a todas las demás ocupaciones, pensemos
en arreglar bien las cosas de nuestra alma.
Aprovechará mucho comparar un mes con otro: ->>He
adelantado en este mes o bien he retrocedido?
Y descender a los detalles: ->>Cómo me he
portado en lo concerniente a la obediencia? >>He
progresado, la he cumplido escrupulosamente? Por
ejemplo, >>cómo he cumplido la asistencia que me
confiaron? >>Cómo me he dedicado a la clase? Con
respecto a la pobreza, >>no tengo nada que
reprocharme, que no sea propio de un pobre en el
vestido, en la comida y en la celda? >>He sido
glotón? >>Me he quejado cuando me faltaba algo?
Después pasar a la castidad: ->>He favorecido
los malos pensamientos? >>Me despego cada vez más
del amor a mis padres? >>He mortificado la gula,
las miradas, etc.?
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