((**Es12.389**)
Luego piensa en el injerto y, con qué esmero lo
busca en la mejor planta de su huerto y corta la
rama, la envuelve, la tapa, procura que ni el frío
ni la humedad la dañen. Y cuando después crece la
planta y se tuerce o se dobla por un lado, busca
enseguida un rodrigón que la haga crecer derecha;
y, si teme que el tallo o tronco es demasiado
endeble, que el viento o la tormenta pueden
echarlo al suelo, pone a su lado un palo grueso, y
lo junta y lo ata, para que no ocurra el temido
peligro. >>Pero por qué, hortelano, tanto afán por
una plantita?
-Porque, de no hacerlo así, no me dará frutos;
si quiero tenerlos en abundancia y buenos, debo
hacerlo así, sin remedio.
Y por desgracia, notad que, pese a todo esto, a
menudo muere el injerto y se pierde la planta;
pero, con la esperanza de que después se
estabilice, se acometen tantos trabajos.
Nosotros también, queridos míos, somos
hortelanos, cultivadores en la viña del Señor. Si
queremos que nuestro trabajo rinda fruto, es
menester que prodiguemos muchos cuidados a las
plantitas, que hemos de cultivar.
Desgraciadamente, aun con muchos trabajos y
cuidados, el injerto se secara y la planta se
malograra; pero, si se ponen de verdad estos
cuidados, en la mayor parte de los casos las
plantitas lograran crecer y prosperar... Dado el
caso de que fallaran, el amo de la viña nos pagara
por igual, porque es muy bueno. Grabadlo en
vuestra mente: no valen las furias, no valen los
prontos, se necesita paciencia continua, esto es,
constancia, perseverancia, trabajo.
((**It12.458**)) Pero
el cultivador espera al menos la paga, la
recompensa, >>y nosotros? >>Quién nos pagara?
Paso al segundo punto, es decir, voy a hablaros
de la esperanza. Sí; lo que sostiene la paciencia
debe ser la esperanza del premio.
Trabajemos, porque nos sonríe la muy
consoladora esperanza del premio. Tenemos la
suerte de tener que vérnoslas con un buen amo.
Fijaos lo consoladoras que son estas palabras:
Quia super pauca fuistifidelis, super multa te
constituam, porque fuiste fiel en lo poco, te
pondré al frente de muchas cosas. Nosotros, ruines
como somos, sabemos hacer poco, tenemos pocas
fuerzas, poca destreza; no importa, seamos fieles
en lo poco que podemos y el Señor nos dará un gran
premio. Está atento tú, maestro; cuando estés
cansado y quieras plantar tus ocupaciones, procura
ser fiel en lo poco, si quieres que el Señor te dé
mucho. Está atento cuando un director te dé un
aviso, te hable o recomiende, y tú estas a punto
de perder la paciencia y dejar que vaya todo como
quiera, o dar suelta a un arrebato de cólera;
procura ser fiel en lo poco, si quieres ser
recompensado con el gran premio.
Un punto en el que siempre hemos de tener mucha
paciencia de cara a la esperanza, es el de
vencernos a nosotros mismos. Se trata de vencer
nuestros hábitos, nuestras malas inclinaciones,
las tentaciones que continuamente nos molestan.
íCómo cuesta dejar una costumbre, la tibieza
constante, aquella dejadez, aquel descuido en las
pequeñas prácticas de obediencia o de piedad! Sin
embargo, es ahí, es ahí precisamente donde se
necesita continua paciencia, hasta sufrimiento
extraordinario, mas no dejar que nos venza el
demonio: de día y de noche, en vela y en el
descanso, en el recreo y en el trabajo, hay que
esforzarse siempre por vencer estas nuestras malas
inclinaciones. Esto es lo que yo llamo paciencia y
longanimidad. Y si para alcanzar la victoria,
hemos de luchar mucho, volvamos los ojos a la gran
merced, al gran premio que nos espera, y no nos
dejaremos vencer. In patientia vestra possidebitis
animas vestras. Y san Pablo añade: Si vos delectat
magnitudo praemiorum, non vos terreat magnitudo
laborum.
No me detengo aquí para deciros cuan fundada
sea nuestra esperanza. Sabéis que
(**Es12.389**))
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