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Al día siguiente, a las nueve y media,
pronunció don Bosco la conferencia de
introducción. Un cuaderno de don Julio Barberis
contiene un resumen bastante completo de la misma.
El gerente de un gran señor convoca al
principio del año a todos los que quieren ponerse
a su servicio y señala a cada uno una función a
cumplir a lo largo del año. Manda a uno trabajar
la tierra, confía a otro el cuidado de las
plantas, etc. Después, antes de despedirse de
ellos, les da los avisos oportunos para que
cumplan bien su cometido. Entonces cada uno se
posesiona de su cargo y se pone a trabajar en él
con ahínco. Uno cava la tierra, otro siembra, éste
lleva el ganado, aquél cuida el arbolado; en una
palabra, cada uno cumple con empeño el oficio que
le asignó el gerente.
Mientras tanto va pasando el año, hasta que
llega el tiempo de reunirse los operarios con el
gerente para dar cuenta de su gestión. Pero
entonces no quiere el gerente ser el juez del
trabajo de los obreros y envía a todos al amo para
que sea él quien los examine y juzgue.
Así, pues, el amo pregunta a todos, uno por
uno, y les pide que expongan cómo cumplieron el
cometido que les asignó su gerente y qué
resultados obtuvieron. Pregunta a uno cómo cultivó
el terreno, a otro qué cuidados ha tenido con las
plantas, si las abonó a su tiempo, si las regó
cuando se debía, si podó las ramas inútiles; en
fin, si procuró que dieran fruto; a un tercero le
pregunta si alimentó bien el ganado que se le
confió, si tuvo con él los cuidados necesarios; y
de la misma forma hace que le den cuenta de todo
lo que han hecho y lo que han ganado.
Alguno de aquellos operarios, si hubiese tenido
que dar cuenta de su actuación al gerente, tal vez
lo habría engañado en algo; pero, apenas vio que
tenía que dar cuenta al amo mismo, ((**It12.445**))
sabiendo muy bien que no se le podía ocultar nada,
puesto que conocía todo perfectamente, y
considerando que tendría que confesar su
negligencia al propio amo quedó muy afligido por
el mal hecho y propuso actuar mejor en adelante.
Viniendo ahora a nosotros, digo que los obreros
sois todos vosotros que, al principio del año,
después de haberos reunido aquí, recibisteis un
encargo a cumplir y marchasteis después a
realizarlo. El gerente soy yo. Se ha terminado el
año y he aquí que el gerente os pide cuentas de
vuestra gestión durante el año transcurrido.
Yo soy, pues, el gerente, pero entended que a
don Bosco se le puede engañar y se le puede
ocultar algo; no porque don Bosco sea, después de
todo, tan inocentón y se deje engañar, sino porque
sabéis muy bien que las cosas internas se pueden
ocultar al hombre, que no ve mas que lo externo.
Pero no es a mí a quien tenéis que dar cuenta de
cómo os habéis portado con vuestro cometido, sino
a Dios, que no puede engañarse y conoce cada una
de vuestras acciones e intenciones.
Vosotros, pues, os habéis reunido para examinar
qué habéis hecho durante este año y dar cuenta de
ello a Dios y prepararos para nacerlo mejor al
próximo año, si fuisteis negligentes en el pasado.
Otra gran cosa que he de deciros en este
momento es que necesitamos mucho repasar nuestras
cuentas con Dios, especialmente porque todos los
años son éstos los últimos ejercicios que alguno
de nosotros podra hacer. Cada año mueren algunos,
y pobres de ellos si no los hicieron bien, porque
no tendrán la gracia de poder arreglar las cuentas
otra vez.
También este año serán los últimos ejercicios
para varios, que están aquí escuchándome. Estaban
en esta misma iglesia y oían este mismo sermón el
año pasado los
(**Es12.378**))
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