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Como le gustaba mucho el estilo de don Bosco para
entretener e instruir a los niños, Chiala se
prestaba de buen grado a la catequesis ya de
estudiante y después como empleado. Iba con el
clérigo Rúa los domingos al Oratorio del Angel
Custodio en Vanchiglia, donde tomó a su cargo la
sección de los limpiachimeneas. Era bonito verle,
con su alta estatura, elegantemente vestido, y con
sus apuestos modales, sentado en medio de una
treintena de muchachos desaliñados, llegados de la
sierra, completamente entregado a enseñarles las
cosas de Dios. El traslado de la capital en 1864
le obligó a separarse de su amadísimo don Bosco e
ir a Florencia, desde donde pasó a Sicilia en 1870
como Jefe de Correos de la Provincia de
Caltanissetta. Los subalternos y ciudadanos de
ésta quedaron tan ((**It12.441**))
edificados y admirados de su virtuosa conducta y
sincera religiosidad que, al enterarse de su
muerte, encargaron un solemne funeral por él, a
pesar de que ya hacía cuatro años que había dejado
su ciudad.
La dejó, porque renunció a su empleo. El año
1872 resolvió dejar al mundo para vivir con el
Padre de su alma. Le costó mucho superar los
obstáculos familiares; pero triunfó e ingresó en
el Oratorio, donde comenzó su noviciado como
clérigo. Su madre, ya viuda, y su hermano no
podían comprender que César quisiese abrazar en
serio una forma de vida tan humilde y pobre 1.
Empleó muy bien los cuatro años que vivió en la
Congregación. Emprendió con alegría el estudio de
la teología y en menos de tres años estuvo
preparado para recibir las sagradas órdenes. Su
delicia era siempre el oratorio festivo del Angel
Custodio. Don Julio Barberis, que era entonces
director de aquel oratorio, escribe: <>. En
efecto, tenía el arte de transformar radicalmente
a muchachos díscolos, que parecían potros
indómitos.
En abril de 1875 fue ordenado sacerdote. Y
oigamos de nuevo a don Julio Barberis: <(**Es12.375**))
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