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como le habrían hecho? Se hubiera visto en apuros,
hubiera sido su hazmerreír o se hubiera enfadado,
lo que no hubiera convenido. Es difícil, para
quien no está ((**It12.430**))
acostumbrado, emplear una sana prudencia con esta
clase de personas, acostumbradas a no tener
ninguna consideración con el sacerdote. Por este
motivo he venido, ya que esta visita era
inevitable; pues sólo don Bosco podía aguantar
estos diálogos. >>Y cómo se podía, por ejemplo,
negar hospitalidad a los Ministros, habiéndola
pedido ellos mismos? íPensad en el ruido que
hubiera armado nuestra negativa! Podría haber
traído como consecuencia el cierre del colegio.
Nosotros no teníamos ningún motivo para negarnos.
Estamos en los antiguos Estados, se esperaba al
duque Amadeo; vino Zanardelli en representación
del Rey. Puesto que había que recibirlo, era
preciso hacerlo de la manera más digna; por
consiguiente, la banda de música no estaba fuera
de lugar. La fiesta no tenía ningún carácter
hostil contra la Iglesia, no se había hecho
ninguna proclama en este sentido. Por tanto, lo
que se hizo, ha estado bien hecho. Nosotros
seguimos el dicho evangélico: Dad al César lo que
es del César. Y también esto se ha ejecutado. No
hemos hecho más que demostrar respeto a la
autoridad constituida.
-Hemos tenido, además, así lo espero, otra
ventaja. Creo que estas personas ya no serán nunca
enemigos acérrimos de los curas. Habiéndose dado
cuenta de que yo los trataba con el corazón, se
convencerán fácilmente de que muchos curas no
desean más que el bien de todos. Creo que a la
hora de la muerte todos desearán tener un
sacerdote junto a su lecho.
En efecto, en el banquete se pronunciaron
muchos discursos y no se oyó una palabra que
pudiera ofender en lo más mínimo la religión. No
se borró ya de la memoria de los Ministros el
recuerdo de don Bosco, como quedó demostrado en
diversas ocasiones.
La fama del acontecimiento aumentó el buen
nombre del colegio, que en el curso siguiente tuvo
doscientos ocho internos.
Pero tenemos el deber de añadir que el
Director, don Juan Bautista Lemoyne, gozaba de
todo el aprecio y confianza de los padres. Los
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alumnos le querían como a un padre. En cierta
ocasión solemne, le recordaba un antiguo alumno
con palabras impregnadas de ternura, y señalaba
bajo el pórtico del patio superior el rústico
banco, donde el buen Director, rodeado de
muchachos, solía sentarse y contar hechos
edificantes con el arte de la agradable
conversación que era su envidiable prenda.
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