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con que don Bosco se entretenía con los Ministros,
sentado en medio de ellos. Efectivamente, fue él
el único que en aquella ocasión desempeñó en Lanzo
un papel notable, pues las autoridades del pueblo
se habían eclipsado completamente.
Mientras se sostenía esta tertulia en el jardín
se alternaban en el patio las ejecuciones de la
banda y los ejercicios gimnásticos de los alumnos.
La víspera se había recomendado a los muchachos
que honraran al colegio con su obediencia, y
especialmente que no rompieran filas sin
autorización, pues esto sería del agrado de don
Bosco. Guardaron la consigna de modo
irreprochable, a pesar de que muchos padres, que
habían acudido a la fiesta, intentaran sacar fuera
a sus hijos: padres y madres no lograron durante
una hora y media mover ni a uno de su sitio. Los
ilustres huéspedes paseaban por el patio, los
observaban con mucho interés, trataban de
localizar a los de su pueblo y los saludaban
afectuosamente. Por fin bajaron los Ministros,
seguidos de todo el cortejo, y con ellos don
Bosco, que llevaba a un lado a Nic_tera y al otro
a Zanardelli. Detrás iba Depretis, el cual apenas
había abierto la boca en todo el tiempo.
El grupo se encaminó hacia donde estaban los
sillones colocados en ((**It12.428**))
semicírculo. Los Ministros hicieron que don Bosco
se sentara en el centro; a sus lados tomaron
asiento Nic_tera, Ercole y Ricotti.
Depretis se mantuvo de pie apoyado en el sillón de
don Bosco; Zanardelli fue a tomar una silla y se
colocó en frente cerrando el círculo.
Parecía que don Bosco fuese el rey de la
fiesta. La comisión organizadora había determinado
que los Ministros pasaran en el colegio unos
veinte minutos; y, en cambio, estuvieron hora y
media. Se acercó varias veces el alcalde para
advertir que ya era hora; pero ellos contestaban:
-íUn momento nada más!
A eso de las once se levantaron los Ministros y
con las más cordiales instancias invitaron a don
Bosco al almuerzo; él les dio las gracias, pero se
excusó. Estaban expansivos, muy alegres y casi
afectuosos.
Mostraron su gran satisfacción por el recibimiento
de que habían sido objeto. Zanardelli manifestó su
más viva complacencia. Nic_tera, al despedirse,
dijo en alta voz, que todos pudieron oír:
-He tenido una gran alegría. Sí, una de esas
satisfacciones que quizás se experimentan una sola
vez en la vida.
-A menos que, añadió Zanardelli, fuéramos
recibidos otra vez en los colegios de don Bosco.
Después, mientras salían del colegio, vio
Zanardelli al profesor
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