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ejecutaron aquel movimiento con tan perfecta
simultaneidad y precisión, que los oficiales de
los carabineros dijeron: -íBravo!
La banda, que había llegado a su palco, y los
cantores que se habían colocado enfrente, dieron
comienzo a la ejecución del himno, original de
Lemoyne y con música de Dogliani. A los primeros
compases de introducción, los Ministros hicieron
señal a los presentes para que callaran, pues
hablaban todos en alta voz, y, para oír mejor, se
acercaron a los cantores. Causó un efecto
estupendo una pieza a cuatro voces, ejecutada por
don José Lazzero, el coadjutor Pelazza y dos
jovencitos. Los espectadores rompieron en
prolongados aplausos. En cuanto fue servido el
vino, casi todos pasaron al jardín, precedidos por
don Bosco, que iba acompañado por los Ministros.
Estos no lo dejaron hasta el momento de salir.
A poniente del jardín, exactamente en el ángulo
junto al cual corre el Stura, había un pequeño
rellano, con una mesa de piedra en el centro que
invitaba a pararse para contemplar el delicioso
panorama. Allí se detuvieron los principales
personajes; unos se sentaron sobre el murete de la
tapia, otros sobre la mesa, algunos en la hierba;
estaban Nic_tera, Depretis, Zanardelli,
Spantigati, Ercole, Ricotti y muchos más, y en
medio de todos ellos don Bosco. El resto de la
ruidosa comitiva se paseaba por las alamedas o
seguía en corrillos debajo de los pórticos;
mientras tanto, en el rinconcito del estado mayor,
entre alegres risas, se entabló una animada
conversación a fuego graneado, que merece ser
referida.
Abrió el fuego Nic_tera, dirigiendo la palabra
a don Bosco:
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-Bueno, don Bosco, usted viaja bastante.
-Ciertamente, contestó don Bosco, me veo
obligado a visitar mis colegios dos o tres veces
al año.
->>Y va a Roma a menudo?
-Cierto, he ido varias veces.
-Sabemos que usted va también al Vaticano.
->>Y por qué no? Es la central del clero.
>>Adónde, si no, quería usted que fuera en Roma?
-Dicen que tiene usted relación muy íntima con
el Papa.
-Yo voy a ver al Sumo Pontífice, el cual me
recibe siempre con mucha bondad. Tengo con él
relaciones más o menos íntimas, en la medida que
Su Santidad se complace concederme. Por otra
parte, también tengo entrada libre en los
Ministerios. Yo iba a cumplir mis encargos, y los
Ministros no permitían que hiciera antesala, sino
que era introducido inmediatamente. Al salir del
Ministerio, volvía enseguida al Padre Santo y, sin
hacer espera, podía tratar con él de algunos
(**Es12.360**))
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