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((**Es12.360**) ejecutaron aquel movimiento con tan perfecta simultaneidad y precisión, que los oficiales de los carabineros dijeron: -íBravo! La banda, que había llegado a su palco, y los cantores que se habían colocado enfrente, dieron comienzo a la ejecución del himno, original de Lemoyne y con música de Dogliani. A los primeros compases de introducción, los Ministros hicieron señal a los presentes para que callaran, pues hablaban todos en alta voz, y, para oír mejor, se acercaron a los cantores. Causó un efecto estupendo una pieza a cuatro voces, ejecutada por don José Lazzero, el coadjutor Pelazza y dos jovencitos. Los espectadores rompieron en prolongados aplausos. En cuanto fue servido el vino, casi todos pasaron al jardín, precedidos por don Bosco, que iba acompañado por los Ministros. Estos no lo dejaron hasta el momento de salir. A poniente del jardín, exactamente en el ángulo junto al cual corre el Stura, había un pequeño rellano, con una mesa de piedra en el centro que invitaba a pararse para contemplar el delicioso panorama. Allí se detuvieron los principales personajes; unos se sentaron sobre el murete de la tapia, otros sobre la mesa, algunos en la hierba; estaban Nic_tera, Depretis, Zanardelli, Spantigati, Ercole, Ricotti y muchos más, y en medio de todos ellos don Bosco. El resto de la ruidosa comitiva se paseaba por las alamedas o seguía en corrillos debajo de los pórticos; mientras tanto, en el rinconcito del estado mayor, entre alegres risas, se entabló una animada conversación a fuego graneado, que merece ser referida. Abrió el fuego Nic_tera, dirigiendo la palabra a don Bosco: ((**It12.422**)) -Bueno, don Bosco, usted viaja bastante. -Ciertamente, contestó don Bosco, me veo obligado a visitar mis colegios dos o tres veces al año. ->>Y va a Roma a menudo? -Cierto, he ido varias veces. -Sabemos que usted va también al Vaticano. ->>Y por qué no? Es la central del clero. >>Adónde, si no, quería usted que fuera en Roma? -Dicen que tiene usted relación muy íntima con el Papa. -Yo voy a ver al Sumo Pontífice, el cual me recibe siempre con mucha bondad. Tengo con él relaciones más o menos íntimas, en la medida que Su Santidad se complace concederme. Por otra parte, también tengo entrada libre en los Ministerios. Yo iba a cumplir mis encargos, y los Ministros no permitían que hiciera antesala, sino que era introducido inmediatamente. Al salir del Ministerio, volvía enseguida al Padre Santo y, sin hacer espera, podía tratar con él de algunos (**Es12.360**))
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