((**Es12.36**)
Vamos, pues, a establecer unas normas para que
también éstos puedan quedar servidos y para que
vuestras almas saquen más provecho de la
confesión.
Y la primera norma es ésta. No se confiese
ninguno antes de los ocho días siguientes a su
última confesión. Hay algunos, especialmente de
los pequeños, que vendrían todos los días. En
general, téngase esta norma y entonces habrá
comodidad para todos. Pero ninguno deje pasar un
mes sin confesarse; la norma ordinaria sea de
diez, doce o quince días. Muchos dicen:
-íNosotros queremos ir cada ocho días! Vayan
éstos cada ocho días, y hacen bien.
Pero alguno dice:
-Yo desearía comulgar a menudo, pero a los dos
días de confesarme vuelvo a estar como antes y, si
no me confieso, no me atrevo a comulgar.
Yo le diría a éste:
-Si no eres capaz de perseverar en tal estado
de conciencia que te permita comulgar ocho días
seguidos, no te aconsejo la comunión tan
frecuente.
-Pero yo quiero enmendarme; si voy a confesarme
con frecuencia, me enmendaré más fácilmente.
-No, señor, respondo yo; el tiempo que
gastarías en irte a confesar por segunda y tercera
vez en la misma semana, empléalo en hacer un
propósito más firme, y verás que esto será más
eficaz que ir a confesarte tan a menudo, como
quieres; pero siempre con escaso dolor y poco
propósito. Precisamente por eso te ha impuesto el
confesor ir más de tarde en tarde, para que te
prepares mejor y tengas las condiciones
necesarias. Solamente hay un caso en el que uno,
según creo yo, debe ir a confesarse con más
frecuencia, y es cuando el mismo confesor, después
de haber considerado bien la conciencia de su
penitente, le dice:
-Ven a confesarte todas las veces que recaigas
en tal o cual pecado; esto es necesario para
vencer tal hábito, para desarraigarse de esa mala
acción.
Cuando haya este consejo expreso del confesor
y, dado de esta manera para un fin especial, es
seguro que el penitente sacará fruto. Fuera de
este caso, tomad la costumbre de ir cada ocho o
diez días y también doce, y podréis, según el
consejo del confesor, comulgar también con mucha
frecuencia.
((**It12.32**)) La
segunda norma que quería daros, para que haya más
comodidad para confesarse, es ésta. Estoy conforme
con que vengáis todos a confesaros conmigo; pero
veo que, en general, los más pequeños son los
primeros en rodearme y, después, cuando llegan los
mayorcitos, encuentran obstruido todo el espacio
y, no pudiendo aguardar tanto tiempo, se marchan.
También es verdad que los pescaditos son cosa
buena y, que sobre todo si se juntan muchos se
puede hacer una buena fritada; pero sinceramente
os digo que, cuando se pueden tener peces más
gordos, estoy más satisfecho. Especialmente porque
estos están en los años en que deben decidir
seriamente su vocación y necesitan más aconsejarse
y hablar con don Bosco; deseo que éstos tengan
siempre la preferencia. Es verdad que tienen por
delante todo el año para resolverse, pero sería mi
mayor satisfacción que ninguno aguardara a los
últimos días del año para tomar una determinación
tan importante. Entonces la deliberación sería
demasiado precipitada, con el riesgo de no acertar
en la elección y de que algún fin humano hiciera
caer la balanza; a más de que, cuando urge la
necesidad de decidir la reflexión, no puede actuar
con serenidad y no se puede examinar tan fino un
problema. Además, a mí me gusta que también los
del tercero y cuarto curso del bachillerato
empiecen a pensar en su vocación. Nunca es
demasiado pronto para meditar sobre nuestro
provenir, y los alumnos de tercero y cuarto curso
ya tienen edad y estudios suficientes para poder
tratar el asunto con verdadero provecho.(**Es12.36**))
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