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((**Es12.358**) carta blanca para todo y, más aún, prometió que, si para entonces se encontraba en Turín, asistiría él también 1. La inauguración se celebró el domingo 6 de agosto. Don Bosco se encontraba allí desde la víspera y con él la banda de música del Oratorio. Solamente le acompañó en el viaje el coadjutor Barale; éste recuerda todavía muy bien que el Siervo de Dios le habló largo rato del deber cristiano de respetar a la autoridad ((**It12.419**)) constituida. íA tan corta distancia de los sucesos del 1870, era fácil que los contactos de los hombres de la Iglesia con los del Gobierno dieran motivo o pretexto a críticas y malas interpretaciones! Se engalanó el colegio lo mejor que se pudo. De cada columna colgaba un bandera como las de las Cruzadas; cortinas rojas y blancas tapaban los huecos entre las columnas. En el centro de los pórticos se levantaba un dosel con el retrato del rey Víctor Manuel II entre banderas tricolores nacionales; debajo del retrato un bonito pedestal sostenía un magnífico ramo de flores de metro y medio de diámetro. Las flores dibujaban el escudo de armas de Lanzo; a lo largo de la orla, sobre un fondo de geranios rojos, destacaba un letrero en mayas blancas: EL COLEGIO. FELICIDAD A TODOS. A la derecha y a la izquierda de las flores había muchos sillones. Amplias alfombras cubrían el pavimento. A uno y otro lado de los sillones había dos largas hileras de mesas, cubiertas con blancos manteles para el vino de honor ofrecido por el Ayuntamiento. El palco para la banda estaba levantado a los pies de la escalinata hacia la plaza de San Pedro. Se había anunciado oficialmente que asistiría el Príncipe Amadeo, Duque de Aosta; pero a última hora no pudo acudir. A los pies de la colina, sobre la que está recostada la población, y entre el verdor de los árboles, el Ayuntamiento había hecho construir con madera un salón cubierto de lona a listas blancas y azules para el banquete. El día amaneció espléndido. A las ocho y media apareció el tren. Iban en él tres Ministros: Depretis, presidente del Consejo; Nic_tera, de Gobernación, y Zanardelli, de Obras Públicas, representante del Rey. El arcipreste de la parroquia, teólogo Francisco Albert, con ocho clérigos del colegio, revestidos de roquete, esperaban alineados en el punto de llegada. Un batallón del cuerpo de ingenieros ferroviarios presentaba armas. Bajaron los Ministros y unos cuatrocientos invitados, 1 Véase más atrás en la pág. 353. Redactamos la siguiente narración valiéndonos de los diarios de Turín y de documentos de archivo. (**Es12.358**))
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