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carta blanca para todo y, más aún, prometió que,
si para entonces se encontraba en Turín, asistiría
él también 1.
La inauguración se celebró el domingo 6 de
agosto. Don Bosco se encontraba allí desde la
víspera y con él la banda de música del Oratorio.
Solamente le acompañó en el viaje el coadjutor
Barale; éste recuerda todavía muy bien que el
Siervo de Dios le habló largo rato del deber
cristiano de respetar a la autoridad ((**It12.419**))
constituida. íA tan corta distancia de los sucesos
del 1870, era fácil que los contactos de los
hombres de la Iglesia con los del Gobierno dieran
motivo o pretexto a críticas y malas
interpretaciones!
Se engalanó el colegio lo mejor que se pudo. De
cada columna colgaba un bandera como las de las
Cruzadas; cortinas rojas y blancas tapaban los
huecos entre las columnas. En el centro de los
pórticos se levantaba un dosel con el retrato del
rey Víctor Manuel II entre banderas tricolores
nacionales; debajo del retrato un bonito pedestal
sostenía un magnífico ramo de flores de metro y
medio de diámetro. Las flores dibujaban el escudo
de armas de Lanzo; a lo largo de la orla, sobre un
fondo de geranios rojos, destacaba un letrero en
mayas blancas: EL COLEGIO. FELICIDAD A TODOS. A la
derecha y a la izquierda de las flores había
muchos sillones. Amplias alfombras cubrían el
pavimento. A uno y otro lado de los sillones había
dos largas hileras de mesas, cubiertas con blancos
manteles para el vino de honor ofrecido por el
Ayuntamiento. El palco para la banda estaba
levantado a los pies de la escalinata hacia la
plaza de San Pedro.
Se había anunciado oficialmente que asistiría
el Príncipe Amadeo, Duque de Aosta; pero a última
hora no pudo acudir.
A los pies de la colina, sobre la que está
recostada la población, y entre el verdor de los
árboles, el Ayuntamiento había hecho construir con
madera un salón cubierto de lona a listas blancas
y azules para el banquete.
El día amaneció espléndido. A las ocho y media
apareció el tren.
Iban en él tres Ministros: Depretis, presidente
del Consejo; Nic_tera, de Gobernación, y
Zanardelli, de Obras Públicas, representante del
Rey. El arcipreste de la parroquia, teólogo
Francisco Albert, con ocho clérigos del colegio,
revestidos de roquete, esperaban alineados en el
punto de llegada. Un batallón del cuerpo de
ingenieros ferroviarios presentaba armas. Bajaron
los Ministros y unos cuatrocientos invitados,
1 Véase más atrás en la pág. 353. Redactamos la
siguiente narración valiéndonos de los diarios de
Turín y de documentos de archivo.
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