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diciembre. En presencia del doctor Bacchialoni,
titular de literatura griega en la Real
Universidad, y de algunos salesianos, se expresó
de esta manera:
-Me agrada contar las cosas antiguas del
Oratorio. A veces son hechos que se refieren
también a don Bosco. Pero no los cuento por
vanagloria. No, gracias a Dios, ésta no cuenta en
absoluto. Mi único fin es contar los prodigios del
poder de Dios y hacer ver que, cuando Dios quiere
algo, se vale de cualquier medio, aun del ((**It12.400**)) más
débil, el más inepto, para hacer superar cualquier
obstáculo.
Vengamos ahora al mencionado Cantemus Domino,
en el que don Bosco hizo ver cómo Dios había
demostrado en tantas circunstancias lo mucho que
quería al Oratorio, preservando a los que en él
vivían de muertes trágicas o prematuras.
-Hace dos años, empezó a decir, el día de san
José, mientras sonaba la campana mayor y un
nutrido grupo de muchachos estaba en corro debajo
del campanario se apartaron todos de repente sin
saber por qué, a tiempo de que caía a plomo el
badajo, rompía la cornisa del pórtico y rebotaba
en el suelo sin causar daño a ninguno. Don José
Lazzero, que se encontraba allí cerca, al oír el
estruendo y los gritos de los jóvenes, se volvió
asustado y vio a don Anacleto (?) Ghione, que
llevaba al hombro, la mar de alegre, el grueso
badajo de hierro, dando voces de júbilo. Don
Carlos Ghivarello, tan ducho en ciencias
mecánicas, aseguraba que aquel badajo con su peso
llevaba, al caer, el ímpetu de una bala de cañón.
-El año pasado también, el 19 de febrero,
primer día del mes de san José, don Miguel Rúa y
José Buzzetti oyeron a media noche un extraño
ruido por la parte del patio cerca de la huerta;
se levantaron y bajaron temiendo que los ladrones
hubieran penetrado en casa. De pronto Buzzetti
señaló a don Miguel Rúa en el suelo una gran
mancha, que parecía un hoyo, y logró que
retrocediera enseguida. No hicieron más que dar
unos pasos hacia atrás cuando el terreno, en el
que se habían parado unos instantes, cedió; era la
bóveda del pozo negro que se hundía, y el pozo
medía tres metros de profundidad y estaba lleno
hasta el borde. Un paso más y don Miguel Rúa y
José Buzzetti hubieran perecido miserablemente.
-En el primer brazo de la casa nueva se
derrumbó la pared del medio; una sobre otra se
hundieron las tres bóvedas de los tres pisos
próximos a la iglesia; cayó un rayo en el
dormitorio de san Luis, y en ninguno de los tres
casos hubo desgracias personales.
-Aldroandi, natural de Guastalla, y recomendado
por monseñor Rota, se cayó desde un balcón al
patio de ((**It12.401**))
gimnasia. La altura
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