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Después le urgía mucho la clase de pedagogía:
convenía estudiarla de una forma apropiada para
nosotros. Hubiera querido prevaleciera en él un
tratado, cuyo título podía ser El maestro y el
asistente salesiano, subdividido en capítulos
explicativos de cómo debe comportarse el asistente
en el dormitorio, en el paseo, en la iglesia, en
la escuela;
cómo debe proceder el maestro salesiano con
respecto a la necesidad de encontrarse
puntualmente en el aula, respecto a la disciplina,
a los premios, a los castigos y otras cuestiones
por el estilo. Que se diesen estas lecciones
durante el año de prueba, se imprimiesen luego y
formasen un libro de texto para nuestro uso.
Quedaba todavía por añadir una separación más a
las ya efectuadas: separar a los novicios de los
profesos en el comedor.
-En todo lugar y tiempo, decía él, deben los
novicios tener presente la regla. Si están con los
profesos, que unas veces por necesidad hacen
excepciones a la regla y otras la desatienden por
negligencia, los novicios pierden el deseo de
abrazar enteramente aquel sistema de vida, que,
seguido como es debido, les serviría de gran
satisfacción y ventaja.
Otra modificación le parecía necesaria en el
comedor. Hasta entonces habían estado también en
él los Superiores mayores; pero no le parecía
conveniente que jóvenes, que acababan de vestir el
hábito clerical, estuviesen en la mesa a la par de
don Bosco, don Miguel Rúa y ((**It12.398**)) los
demás. Que tuviesen el mismo trato que los
Superiores; pero, si los más ancianos necesitaban
algo especial, era razón que pudieran disfrutar de
ello sin que fueran testigos los jóvenes, o, como
quiera, notasen la diferencia. Dijo además que era
de desear que los miembros del Capítulo Superior
tuviesen la mesa en una sala aparte, para que,
entre otras cosas, hubiese en ella más libertad
para hablar sin peligro de indiscreciones por
parte de los comensales.
Como habrán podido observar los lectores,
estamos todavía en los tiempos en que nuestro
Beato Padre resolvía personalmente los asuntos
grandes y pequeños, concernientes al personal de
la familia salesiana. Es prueba de ello también
este billetito que se encontró entre los papeles
de don Juan Bautista Lemoyne, Director del colegio
de Lanzo. Próxima la fecha de las sagradas
Ordenaciones le escribió:
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Confería las órdenes el benévolo obispo de
Casale monseñor Ferré. No estará fuera de lugar en
estas notas de familia una noticia sobre nuestro
ordenando. Antonio Varaja, estudiante en Lanzo en
el 1868, tenía que dejar el colegio por motivos de
familia. Estaba afligidísimo,
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