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5.° No quiere venir a administrar el Sacramento
de la Confirmación y no permite que venga otro a
administrarlo.
Estas y muchas otras medidas de este género
suponen graves motivos que nunca se pudieron
conocer.
Al exponer estas cosas, no es mi intención
hacer reclamaciones, sino únicamente que se tenga
conocimiento de lo que puede estorbar de este modo
el provecho de las almas. Díganseme las cosas con
claridad y exactitud y de antemano prometo su fiel
cumplimiento, en todo lo que la Santa Sede
aconseja que puede ser para la mayor gloria de
Dios. Añado todavía un ruego. Siempre que S. E.
tenga motivo para darme un aviso, corrección o
consejo, hará a los salesianos una gran obra de
caridad, si se digna comunicárnoslo. Podemos
afirmar que el Padre Santo es nuestro fundador y
casi nos ha dirigido personalmente, por lo cual
todos deseamos ardientemente trabajar por la
gloria de la Iglesia hasta el último suspiro. Todo
pensamiento del Sumo Pontífice o de cualquier
Sagrada Congregación será para nosotros un
verdadero mandato que jamás contravendremos. Con
la más profunda gratitud y el más grande respeto,
tengo el alto honor de inclinarme y profesarme,
De V. E. Rvma.
Turín, 16 de diciembre de 1876.
JUAN BOSCO, Pbro.
También se dirigía la mirada al Oratorio desde
distintas profesiones liberales: abogados,
notarios, empleados, incluso médicos, anhelaban
acudir a él como a un retiro, donde refugiarse y
abandonar el mundo. Hubo un momento en el que el
Beato don Bosco, impresionado por este fenómeno,
meditaba el plan de establecer una casa
expresamente para esta clase de personas, no sólo
para que conocieran y fueran conocidas, sino
también porque generalmente necesitaban aprender
teórica y prácticamente qué era el espíritu
religioso. Pero aquel plan nunca fue llevado a la
realidad, porque la experiencia demostró que no
era necesario, pues fueron siempre muy pocos los
adultos que se quedaron en la Congregación.
((**It12.397**)) Pero
mucho más que los adultos, interesaban a don Bosco
las tiernas esperanzas de la Congregación. A lo
largo del curso escolar no perdió de vista
especialmente a los clérigos novicios, a cuyo
progreso hacia metas más elevadas había dado ya
gran impulso al comienzo de las clases. Durante el
noviciado estorbaban todavía un poco las materias
profanas. Para el latín había que limitarse a
traducir y explicar los salmos y alguna de las
Vidas escritas por san Jerónimo; para el italiano,
un cántico de Dante; para la filosofía, la lógica
y la ontología. El consideraba que de esta manera
había toda oportunidad para dedicar seriamente a
los novicios y las ocupaciones y prácticas propias
del año de prueba.
(**Es12.339**))
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