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y esta firmeza de la nuestra harán que se queden
muy pocos. Yo opino que éstos son buenos
sacerdotes y pueden hacer mucho bien donde se
encuentran, máxime en estos tiempos en los que
tanto escasea el clero. Bendígalos el Señor donde
están. Yo no cierro las puertas de nuestras casas
a los adultos, pero tampoco voy a buscarlos.
Uno de los sacerdotes llegados en 1876, desde
Lugo, es nuestro Consejero profesional don José
Vespignani. Desde el primer día de su ingreso en
el Oratorio comprendió la naturaleza de nuestro
ambiente.
((**It12.393**)) Era ya
muy tarde. Don Bosco había estado confesando hasta
cerca de las diez de la noche, porque al día
siguiente se hacía el ejercicio de la buena muerte
y partían los misioneros. Don José Vespignani lo
encontró cuando cenaba, rodeado de cuatro o cinco
sacerdotes, de pie o sentados, que le hablaban con
gran confianza. Invitado a sentarse a su derecha,
le entregó una carta de recomendación escrita por
don Francisco Cerruti, ya que había ido a
acompañar a sus hermanos al colegio de Alassio. El
Beato pasó la carta a don Miguel Rúa que estaba de
pie a su lado. Este la abrió, vio el contenido, y
dijo a don Bosco:
-Este es un sacerdote de la Romaña, recién
ordenado, que viene aquí para quedarse con don
Bosco.
-Sí, sí, dijo don Bosco, clavando en él los
ojos y sonriendo. Usted viene para quedarse con
nosotros algún tiempo, quizás un año, ver lo que
nosotros hacemos en nuestros colegios, y volverse
después a su tierra para hacer allí otro tanto.
Don José Vespignani se quedó como quien cae de
las nubes. Al salir de Lugo, su cura párroco,
informado de la finalidad de su viaje, le había
sugerido hacer al pie de la letra lo mismo que don
Bosco le decía en aquel momento. Venció Vespignani
su primer asombro ante aquella misteriosa salida,
y se apresuró a protestar y decir que no, que no
haría tal cosa, sino que, si lo aceptaba, se
quedaría para siempre con don Bosco. El Beato
respondió:
-Pues bien, ahora nos vemos a la luz de esta
lámpara, pero mañana nos volveremos a ver a la luz
del sol y nos conoceremos. >>Usted es un novel
sacerdote? Mañana por la mañana nos dirá la misa
de la comunidad para nuestros misioneros, próximos
a partir para Argentina.
Se despidió de él deseándole una buena noche, y
lo confió a don Miguel Rúa que, con suma
amabilidad, lo llevó a la habitación, le arregló
la cama, le señaló una inscripción, grabada en un
medallón de porcelana colgado junto a la pileta
del agua bendita y, augurándole un feliz descanso,
se retiró. La inscripción decía: <(**Es12.336**))
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